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Tu identidad como idea de Dios

Del número de mayo de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mary Baker Eddy descubrió la Ciencia del Cristianismo y la explicó a la humanidad a través de su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Una línea de ese libro dice: “…el espacio infinito está poblado con las ideas de Dios, que Lo reflejan en incontables formas espirituales” (pág. 503). Esto ciertamente es una perspectiva iluminada acerca de la existencia, y brinda renovado significado a la palabra idea. Cuando nos esforzamos por encontrar una solución, dirección o inspiración para crear algo, siempre es alentador obtener una idea nueva. Entonces, el hecho de actuar basándose en esa idea —trabajando mediante un proceso para hacer que se concrete— hace que sea tangible.

No obstante, cuando se trata de las ideas de Dios esto funciona de una manera diferente. La Biblia habla acerca de la Mente que estaba en Cristo Jesús (véase Filipenses 2:5). Dios es la Mente divina siempre presente, creador del único universo verdadero, un universo enteramente espiritual que abarca a todos. Dios, el Espíritu divino, carece de materia, de manera que Su creación también carece de ella.

Recuerdo lo contento que me sentí al descubrir que toda idea individual de la Mente está libre de fallas. En esta verdad espiritual no hay excepciones. Hizo que mi pensamiento fuera receptivo por primera vez al hecho de que soy una idea espiritual, completa y única de Dios, como todos lo somos. Hasta ese momento, había creído que la identidad real estaba basada en la materia y la imperfección. Pero la Sra. Eddy explica en La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea: “Dios crea al hombre perfecto y eterno a Su propia imagen. Por lo tanto, el hombre es la imagen, idea o semejanza de la perfección, un ideal que no puede caer de su inherente unidad con el Amor divino, de su inmaculada pureza y de su perfección original” (pág. 262).

Las ideas de Dios, inmaculadas y puras, no tienen duplicados o elementos materiales. Aquí presento una pequeña analogía para ayudar a aclarar este punto vital: Escribir en un papel el número cinco puede hacernos pensar en la idea “cinco”. Sin embargo, creer que la cifra escrita es realmente la idea misma, sería, por supuesto, carecer de perspicacia. El número cinco puede expresarse en papel y lápiz, no obstante, su esencia carece de materia.

De forma similar, creer que la idea de Dios está definida y restringida por la materialidad, sería igualmente carecer de perspicacia. Por ser una idea de la Mente, todos existimos de forma completamente espiritual y eterna, cualquiera sea la apariencia material. La Biblia declara en Primera a los Corintios: “Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, …no sois vuestros” (6:19). Con el pensamiento divino como nuestra sustancia eterna, la permanencia de Dios está inalterablemente presente en Su expresión perfecta y hermosamente intacta y eterna. Las ideas de la Mente nunca están “en proceso”, así como el número cinco no lo está. Las ideas de Dios ya son completas, íntegras. Aquello que es perpetuamente perfecto no requiere modificación o mejoría alguna. Hasta un pequeño conocimiento de esta realidad espiritual reconforta y sana. Esto se prueba cuando la consciencia humana cede a la realidad espiritual, y como resultado se produce una mejoría en la condición física.

Muy pronto después, mi ojo estaba completamente limpio, y se ha mantenido así desde entonces.

Hace unos años, me apareció una mancha en un ojo. La verdad es que no pensé mucho en ello hasta que estuvo allí por un tiempo, y empezó a afectar mi capacidad para ver, fue entonces que empecé a orar por ello con más diligencia.

Mientras oraba un día, me pregunté: “Si no soy una idea de Dios ¿qué soy?”

Me sentí inspirado al darme cuenta de que, puesto que la Mente divina es el creador de todo, no había una respuesta verdadera a esa pregunta, no había una alternativa vulnerable o imperfecta a mi identidad real. Luego, razoné aún más de esta forma: La idea de Dios, que es el hombre perfecto, reside únicamente en la Mente. ¿Está presente la Mente? ¡Sí! Dios, la Mente, es Todo. Entonces, ¿está presente la idea perfecta de la Mente? ¡Sí! Por lo tanto, puesto que la Mente es omnipresente, mi identidad como idea de la Mente es la única identidad que está realmente presente o es real.

Me aferré a esta declaración de Ciencia y Salud: “Dios es el creador del hombre, y al permanecer perfecto el Principio divino del hombre, la idea divina o reflejo, el hombre, permanece perfecto” (pág. 470). En vista de eso, me di cuenta de que no sería correcto decir: “Soy una idea de la Mente divina, pero solo a veces o imperfectamente”. En cambio, admití con convicción que ahora, hoy, en gloria total, soy la semejanza espiritual de Dios, con inmaculada pureza y perfección.

No sé exactamente cuándo, pero muy pronto después, mi ojo estaba completamente limpio, y se ha mantenido así desde entonces.

Es hermoso cómo podemos discernir nuestra verdadera naturaleza como idea divina, a través de la oración, con resultados que son sumamente tangibles. Lo que me ha quedado de esta curación es que la sustancia de la idea divina es la sustancia real invulnerable de cada uno de nosotros, presente y manifiesta de forma permanente y plena. La gente cambia su forma de pensar, no obstante, la bondad de la Mente divina, incluso su idea, jamás cambia. La realidad —la Mente en unidad con su idea en el pináculo de la perfección— impide toda posibilidad de pérdida, lesión, enfermedad o escasez.

El Cristo, la naturaleza divina que Jesús expresó, no incluye ni siquiera un indicio de materia, como Jesús demostró cuando atravesó puertas cerradas, caminó sobre el agua y cruzó instantáneamente el Mar de Galilea (véanse Juan 20:19 y Juan 6:16–21). A nosotros también se nos ha dado el obsequio de la espiritualidad completa. Jesús mismo dijo: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6).

Siempre tenemos delante una decisión que tomar. ¿Seguimos o nos adherimos a la representación errada que el mundo hace de las ideas de Dios, identificándolas como cifras materiales, limitadas, temporales y defectuosas? ¿O recurrimos a Dios para encontrar nuestra verdadera identidad como manifestación de la Mente divina, manifestación que es completa, desarrollada, sin defecto alguno, de hecho, perfecta?

En la sagrada quietud de la oración, siguiendo el ejemplo de Cristo Jesús, podemos contemplarnos a nosotros mismos claramente como la idea de la Mente divina. Bajo la autoridad de Dios, podemos ser sanados, manteniéndonos firmes en la verdad que declara Ciencia y Salud de que “la Ciencia Cristiana revela de modo incontrovertible que la Mente es Todo-en-todo, que las únicas realidades son la Mente y la idea divina” (pág. 109).

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