Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Aumentemos nuestra curiosidad espiritual

Del número de diciembre de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 12 de septiembre de 2019 como original para la Web.


Recientemente estuve escuchando en el internet una charla sobre tecnología, entretenimiento y diseño (TED) en la que una investigadora científica hablaba acerca de sus descubrimientos científicos. Al presentarse, ella comentó que desde su niñez siempre había tenido mucha curiosidad y quería saber sobre diferentes cosas, entre ellas, cómo nada un pez o por qué el agua se congela en invierno. Estas pueden parecer preguntas simples, pero para su mente joven eran fascinantes oportunidades para investigar, incluso en aquel entonces.

Me sentí identificada con los comentarios de la oradora al pensar en los niños que conozco y su natural curiosidad, evidenciada en sus incesantes preguntas de “¿Por qué?”, y su tendencia a detenerse y examinar una hormiga que camina por la acera o una nueva flor que acaba de abrirse. Me di cuenta de que como Científica Cristiana es muy importante nutrir la curiosidad infantil que ella mencionó. De hecho, sus comentarios me ayudaron a comprender mucho más ampliamente que antes una declaración que hizo Jesús acerca de los niños. Él dijo: “El que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Marcos 10:15). Acostumbro a pensar en las cualidades infantiles tales como receptividad, inocencia, pureza y la fácil aceptación de la verdad. Pero ¿qué decir de la curiosidad? La curiosidad es uno de los más maravillosos atributos naturales en la vida, y debería ser cultivado, no solo en los niños, sino en todos nosotros, porque lleva a nuevos descubrimientos y cambios en el pensamiento que son divinamente inspirados.

Para mí, la curiosidad espiritual puede ser una oración. Es el deseo de conocer y sentir la presencia de Dios de modos que podamos comprender y demostrar en nuestra vida diaria. Abre nuevos puntos de vista acerca de los pasajes e ideas que conocemos y puede cambiar nuestra forma de pensar de tal manera que transforma la vida y trae curación.

La curiosidad espiritual no requiere que tengamos un doctorado ni significa leer innumerables traducciones de la Biblia y enciclopedias, por más útiles que sean a veces. Lo que necesitamos es la curiosidad semejante a la de un niño; como la pregunta: “Y ¿qué pasa después?”.

Al pensar en esto, recordé a Mary Baker Eddy, cuya curiosidad espiritual la llevó a hacer un gran descubrimiento: la Ciencia Cristiana. Ella escribió: “Durante tres años después de mi descubrimiento, busqué la solución de este problema de la curación-Mente, escudriñé las Escrituras y leí pocas otras cosas, me mantuve alejada de la sociedad y dediqué tiempo y energías al descubrimiento de una regla positiva. La búsqueda fue dulce, calma, y animada con la esperanza, no egoísta ni deprimente” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 109).

Y esa es una de las cosas maravillosas de la curiosidad espiritual; es todo eso que menciona la Sra. Eddy: “dulce, calma, y animada con la esperanza”. La llevó en un maravilloso viaje de descubrimiento que ella luego compartió con el mundo por medio de sus curaciones, enseñanza y escritos. Y nos mostró que nosotros también podemos sanar.

De manera que, ¿cómo redescubrimos y promovemos nuestra curiosidad espiritual si pensamos que la hemos perdido? ¿O cómo la renovamos cuando parece estar algo cansada? ¿Qué podemos hacer si las conocidas palabras de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy nos parecen anticuadas o trilladas?

Una de las formas de hacerlo que me ha resultado útil es el estudio de la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. En el Manual de La Iglesia Madre, la Sra. Eddy ordenó la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras como el pastor de la Iglesia (véase Art. XIV, Sec. 1). Así que, siempre estudio la Lección sabiendo que estoy con mi pastor. Y considero el contexto más amplio de las historias de la Biblia y las ideas relacionadas de Ciencia y Salud.

Aquel momento de curiosidad espiritual hizo que viera el falso sentido de responsabilidad personal y me elevara y lograra tener una confianza más firme en Dios.

Por ejemplo, estaba leyendo en la Lección este sencillo pasaje del Salmo 109: “En pago de mi amor, obran como mis acusadores, pero yo oro” (versículo 4, LBLA). En lugar de tomar esas palabras literalmente, busqué el salmo pertinente. Era obvio que el Salmista no la estaba pasando bien. De hecho, él apela a Dios debido a lo que eran para él importantes desafíos a su fe. Esta fue una guía maravillosa para mí. Aquella había sido una semana difícil, y era una tentación sentirme agobiada por todo. Sin embargo, esa sencilla declaración de orar, en el contexto del penoso momento que estaba pasando el Salmista, me inspiró y poco después la semana difícil simplemente se disolvió y comencé a encargarme de mis actividades con toda confianza y tranquilidad, y la sensación de carga desapareció.

Como señaló la investigadora científica en su charla del TED, las preguntas que hacemos a veces son respondidas de formas inesperadas. Yo tuve una experiencia así con la historia de David y Goliat (véase 1 Samuel 17, LBLA). Es muy fácil citar la declaración del joven David: “La batalla es del Señor”, pero durante una época particularmente difícil de mi vida, tuve la curiosidad de saber por qué había dicho eso. Es obvio que para él esas no eran meras palabras. Entonces, ¿qué querían decir realmente para él? Me hice esa pregunta porque en aquel tiempo, mi familia y yo estábamos enfrentando un desafío del tamaño de Goliat que amenazaba con cambiar drásticamente para peor nuestra forma de vida. Me sentí impulsada a leer toda la historia que conocía muy bien, y aprender de David, en vez de simplemente reflexionar sobre esa declaración.

La historia comienza cuando Goliat desafía a los hijos de Israel a encontrar un hombre que luche en un duelo con él, a fin de resolver la batalla entre ellos y los filisteos. Lo que vi aquel día es que el rey Saúl tuvo miedo ya que había cometido el error de pensar en su capacidad personal para responder al desafío de Goliat. Él sabía que no era tan grande como Goliat, ni tan buen luchador, y tampoco tenía mejores armas, así que se sintió amedrentado. Sorprendentemente, la respuesta a mi pregunta original no vino solo de David, sino también del ejemplo del rey Saúl. Me di cuenta de mi error.

Como Saúl, yo había estado pensando en que no tenía la suficiente comprensión como para lidiar con, lo que era para mí, un gigantesco problema. Me sentía incapaz y espiritualmente mal preparada. No obstante, David sabía que Goliat estaba en realidad desafiando la supremacía del Dios de Israel, no a él personalmente. David le dijo a Goliat: “Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado”. Y David recordó que su relación con Dios ya lo había salvado a él y a su rebaño de un león y un oso. Así que su confianza no se apoyaba en sí mismo y sus capacidades personales, sino en Dios, quien es todopoderoso.

Este aspecto de esa historia tan amada, y tan importante para mí, fue enteramente inesperado. Me di cuenta de que yo también había tomado el problema personalmente, pensando que era responsable del resultado y creyendo que no era capaz de resolver la situación. Aquel momento de curiosidad espiritual hizo que viera el falso sentido de responsabilidad personal y me elevara y lograra tener una confianza más firme en Dios. Me sentí reconfortada, el problema que parecía un Goliat se desvaneció, y en su lugar sentí la presencia y el poder de Dios. Allí mismo ante mí, se abrió un nuevo camino de progreso para mí y mi familia.

Finalmente, no fue solo David el que me enseñó una lección aquí, sino también el rey Saúl, un hombre al que yo realmente antes no había considerado al leer el relato. Pero mi pregunta inicial hizo que se destacara y ampliara la historia y de ella aprendí un valioso discernimiento espiritual respecto a las limitaciones del sentido personal.

Es maravilloso cuando las historias de la Biblia que se han convertido en “viejas amigas” pueden verse de una forma nueva a través de nuestra curiosidad; incluso al preguntar simplemente “¿Por qué?”.

A medida que descubrimos y valoramos nuestra curiosidad espiritual semejante a la de un niño, se nos revelan nuevas ideas y descubrimientos. Entonces nuestro pastor recobra vida y relevancia de formas que no habíamos visto antes, y como prometió Jesús, recibimos el reino de Dios como niños pequeños, momento a momento.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / diciembre de 2019

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.