Cualquiera de nosotros estaría de acuerdo en que estos son tiempos partidistas y polarizantes, ya se trate de un gobierno que intenta influir a los ciudadanos de otro país, o de las diversas formas en que los políticos intentan obtener votos en su propio país. Siempre he tratado de evitar las contiendas de la política partidista, pero recientemente me encontré atraída hacia ella, y no me gustó.
Esto surgió al pensar en una conversación que había tenido con unos amigos acerca de cierta política que corre para ser reelecta. Les dije que mi único criterio para su oponente era que la persona “respirara”, tal era mi oposición contra esta candidata. En aquel momento todos nos reímos, pero al pensar en ello más tarde, me di cuenta de que esa forma de pensar solo sirvió para promover un sentido de polarización y frustración.
Me vino muy fuertemente a la mente un pasaje bíblico que a menudo me ha resultado útil, por lo que prácticamente podía escuchar las palabras de Cristo Jesús resonando en mis oídos: “Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos” (Juan 13: 34, 35, NTV).
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