Por más que no nos gusten los conflictos, los mismos surgen en la vida cotidiana. Cuando provocan sufrimiento mental o físico, puede sentirse como si hasta nuestro cuerpo fuera un campo de batalla.
Numerosos libros y seminarios ofrecen consejos prácticos sobre cómo manejar las controversias y sugieren varios métodos o herramientas para resolverlos. Un libro que ha sido un recurso invalorable para mí, la Santa Biblia, enseña que un lugar poderoso donde empezar al resolver cualquier conflicto es la práctica de la humildad. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento contienen inspiradores ejemplos de hombres y mujeres que han prevenido conflictos, o han impedido que se intensifiquen, al expresar esta cualidad espiritual.
Por ejemplo, en Primera de Samuel está la historia de una mujer llamada Abigail quien impidió una confrontación potencialmente peligrosa que involucraba a su esposo (véase 25:2-35). La armoniosa resolución, en la cual ella desempeñó una función esencial, demuestra que la humildad no es una debilidad como piensan algunos, sino una poderosa fuerza espiritual para el bien que acalla el orgullo humano y modera las emociones que a veces estallan y llevan al conflicto.
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