Durante mi estadía en un campamento de verano en los Estados Unidos, teníamos muchas actividades deportivas todos los días. Una vez, mientras jugábamos un partido de fútbol, decidí ser el portero de mi equipo. Cuando los delanteros del equipo contrario se acercaron, salí del área del arco y avancé hacia ellos para tratar de bloquear la pelota. Lo logré, pero los tres delanteros se me cayeron encima, y fue entonces que me patearon varias veces el tobillo. Los otros jugadores no estaban tratando de hacerme daño; el incidente ocurrió durante el curso de la acción, y nadie fue responsable.
Sentí un dolor muy fuerte durante cinco minutos y después desapareció. Sin embargo, aquella noche, el dolor regresó, al punto de que me resultaba difícil caminar y poner peso en el pie. Decidí ir a ver a alguien del campamento respecto al tobillo, y esta persona me puso una venda. Al día siguiente, mi consejero oró conmigo en la mañana y nuevamente en la noche.
Como este era un campamento para Científicos Cristianos, una de nuestras primeras actividades cada día era leer y estudiar la Biblia, junto con Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Las ideas metafísicas contenidas en los pasajes que leí aquella mañana me confortaron porque me ayudaron a comprender mejor que era imposible que Dios hiciera que las cosas salieran mal. Dios es el Amor divino, y Él es solo bueno. Por ser hijo de Dios, siempre estoy bajo Su cuidado y protección omnipresentes.
Yo sabía que este hecho espiritual se aplicaba a mí en ese mismo momento, y que podía apoyarme en él con toda confianza. Podía dejar de preocuparme y preguntarme acerca del dolor, y expresar de inmediato alegría y desarrollar mis actividades.
Al día siguiente mi tobillo estaba mucho mejor. Sin embargo, todavía me dolía un poco, así que continué afirmando que Dios, quien es la única Mente, no creó el dolor y no lo conoce; y yo tampoco puedo conocer lo que Él no conoce. Puesto que el dolor no viene de Dios, quien es Todo-en-todo, no puede tener existencia verdadera, por lo tanto, no puede tener ningún efecto en Su creación, el hombre.
Dejé de pensar en el dolor, y al mediodía me di cuenta de que mi tobillo estaba bien. Me alegró poder volver a realizar las actividades organizadas del campamento y participar en el gran día de deportes en equipo que se celebra todos los años al término del campamento. Pude ocupar mi posición en mi equipo sin ninguna limitación o dolor, y no he tenido ningún problema con el tobillo desde entonces.
De esta experiencia aprendí que puedo apoyarme en el conocimiento de que el amor de Dios por mí —y por todos— es permanente, y Él garantiza nuestra protección. Esto hace posible que pueda estar siempre feliz y agradecido por ser Su hijo amado.
Daniel Abadie
Pau, Francia