Hoy estoy orando por el mundo; incluso por países con tremendos disturbios, personas con grandes necesidades, gente que deja sus hogares para encontrar una vida mejor. Pero… ¿por dónde empezar? Parece que hay tantos problemas en el mundo. ¿Pueden las oraciones de una persona realmente contribuir al cambio? ¿Es suficiente la oración?
A veces, una sensación de desesperanza y futilidad me desalienta y me impide orar por el mundo. Una mañana, cuando lidiaba con esta renuencia, tuve una conversación conmigo misma sobre esto. Fue algo así:
Sé que cuando Cristo Jesús resucitó de los muertos estaba en una tumba sellada por una roca. No obstante, él no se quedó en el sepulcro; la piedra fue removida. ¿Tenía él la suficiente fuerza personal para hacer rodar la piedra y liberarse? No. Pero él pudo confiar en su Padre divino, como nos dijo que debíamos hacer nosotros cuando necesitáramos ayuda.
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