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Original Web

Para jóvenes

El consuelo de la Navidad

Del número de diciembre de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 21 de octubre de 2019 como original para la Web.


Acostada en la cama no era la forma en que había planeado pasar los días antes de Navidad. Pero mientras mi familia estaba abajo disfrutando del partido de fútbol americano y preparando la comida juntos, yo estaba sola en mi habitación, acurrucada debajo de las mantas. No solo me sentía mal, sino que también sentía lástima de mí misma, porque los planes para esta Navidad no habían resultado como yo inicialmente esperaba.

Había tenido curaciones tanto de problemas físicos como emocionales al orar como enseña la Ciencia Cristiana. Así que mientras estaba en la cama, leía la Lección Bíblica semanal de la Ciencia Cristiana (que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana), tratando de aprender más acerca de Dios y Su amor por mí, y buscando la inspiración que me ayudara a orar. La cuestión era que la Lección no me inspiraba porque yo estaba pensando demasiado en lo mal que me sentía.

Después de una hora o algo así mi hermano vino a verme. Para ser sincera, yo esperaba que él se lamentara por mi situación. En cambio, me sugirió que yo podría aprovechar mejor el día yendo abajo y sintiéndome agradecida por todo el bien que veía. Yo sabía que él estaba pensando en la gratitud como una especie de oración en acción, una que me permitiera apreciar la bondad de Dios y disfrutar de algunas de las actividades familiares al mismo tiempo.

Al principio, me sentí reacia a hacerlo, porque mi cama era muy acogedora, y no estaba segura de que encontraría algo por lo que estar agradecida. Pero después de echarle otra mirada a la Lección Bíblica, pensé que tal vez debía aceptar la sugerencia de mi hermano. Antes de bajar, decidí que iba a prestar atención a todas las formas en que Dios se expresara, aun si eran realmente pequeñas. Sabía por mi estudio de la Ciencia Cristiana que, puesto que Dios es Amor y es Todo, Él es la fuente de todo el amor puro. Así que siempre que viera a alguien hacer algo amoroso o amable, podría reconocer que ese amor y bondad se originaban en Dios y Lo reflejaban; como una evidencia de que Dios estaba allí.

Cuando llegué abajo, noté que la mamá de mi cuñada estaba expresando muchas cualidades maternales. Se estaba asegurando de que todos estuvieran cómodos, mientras ella preparaba desinteresadamente una comida. Advertí la generosidad de los otros miembros de la familia que estaban ayudando con la cena. Observé el amor entre mi papá y su hermano mientras se divertían viendo el partido de fútbol. Hasta las decoraciones de Navidad eran un recordatorio de la presencia de la luz y la alegría, y pensé que la comida representaba amor y compañerismo.

Muy pronto comencé a sentir más tangiblemente que cada una de esas cualidades —el amor desinteresado, la alegría, la generosidad— eran todas evidencias de la presencia de Dios. Puesto que Él es bueno y llena todo el espacio, no podía haber lugar para el dolor o el sufrimiento en Su presencia.

Con este sencillo reconocimiento, me sentí mejor de inmediato, y estuve muy agradecida de poder disfrutar de una maravillosa semana de Navidad con mi familia. Ya no me importaba que los planes de Navidad no hubieran resultado como yo inicialmente había esperado. Me di cuenta de que Dios y todo el bien que Él nos proporcionaba estaban tan presentes en ese momento como lo habrían estado si las cosas hubieran salido como yo esperaba. No me estaba perdiendo nada.

Cuando pienso en la Navidad, con frecuencia recuerdo la promesa de Emanuel: “Dios con nosotros”. Esta curación fue un recordatorio de que no importa dónde estemos o qué celebremos, siempre podemos experimentar la presencia de Dios que nos trae consuelo y alegría.

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