El reino de los cielos. Ese sí que es un concepto importante. No pasa una semana sin que las parábolas de Cristo Jesús acerca del reino de los cielos tengan un mayor significado para mí. Cada una de ellas es rica y pertinente, y muy apropiada para la vida. ¿Es que Jesús contó parábolas acerca de otros conceptos? Lo hizo. ¡Pero eso es para otro artículo!
Cristo Jesús predicó las buenas nuevas de que el reino de los cielos es ahora, está aquí, no allá arriba en el cielo o esperándonos en el más allá. El maestro cristiano dijo: “Ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque el reino de Dios dentro de vosotros está” (Lucas 17:21, KJV). Para describir este reino a las multitudes, usó varias parábolas.
Una que para mí es especialmente interesante es esta: “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo” (Mateo 13:44).
Entiendo cuán precioso era el tesoro para este hombre. Estaba contento de haberlo encontrado, pero yo no pude dejar de preguntarme: ¿Por qué compró todo el campo? ¿Por qué no tomó simplemente el tesoro y se fue? ¿Qué simboliza el campo, de todas formas?
Ante todo, he aplicado esta parábola del mismo modo en que cualquier buscador sincero abordaría el crecimiento espiritual.
Veo el tesoro que el hombre encontró en el campo como alguna vislumbre clara del reino de los cielos; evidencia tangible del Cristo sanador. Esta vislumbre era tan pura, tan inequívoca, que el hombre tenía que averiguar más acerca de toda la verdad de las enseñanzas del Cristo que le dieron esa experiencia del reino de los cielos. Asimismo, ningún momento como ese puede existir sin el campo, su hogar: la totalidad, la presencia de Dios en todas partes y Su bondad y Sus leyes, la Ciencia divina del ser. Ese hombre debe de haber visto esto, porque escondió su tesoro (lo guardó en su consciencia para preservarlo, haciéndolo suyo), luego vendió todo lo que tenía y compró el campo entero. Era tan preciosa la parte de esta Ciencia divina que ya había visto, que quería y sabía que necesitaba aceptarla totalmente; todo el ámbito de la bondad y el poder de Dios.
Las parábolas que Jesús contó con tanta claridad ayudan a los lectores de formas profundamente prácticas.
Por ser una totalidad completa, el reino de Dios ciertamente no puede separarse de su pureza, su suficiencia de su espiritualidad, su armonía de su integridad o su valor de su invariabilidad. Todo este campo, o totalidad del reino de Dios, incluye el ámbito de la plenitud y la frescura, la vastedad y la vitalidad, los rudimentos y las reglas, los requisitos y las recompensas, las bendiciones y la abundancia, las verdades y los triunfos del Amor divino. De manera que, cuando Jesús dice: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33), ¿no implica esto comprar todo el campo?
He aquí como la enormidad de esta parábola comenzó a inspirarme. Poco después de preguntarme “¿Por qué comprar el campo?”, nuestro hijo sanó de un problema que se consideraba médicamente incurable (véase mi testimonio en el Sentinel, del 15 de julio de 1995, y el podcast News of Healing “Impressed by disease? Don’t be”, del 30 de abril de 2014). Mi esposo y yo no teníamos ninguna duda de que Dios había sanado a nuestro hijo, pero yo necesitaba comprender cómo, para poder ayudar a otros. Al pensar en esto ahora, veo que, como en el caso del hombre de la parábola, la vislumbre del reino de los cielos que yo había tenido con la curación de nuestro hijo era lo que estaba impulsando mi deseo y mi necesidad de todo el campo. Fue así que comencé a tener un hambre insaciable de aprender más acerca de la Ciencia Cristiana y más sobre su Descubridora, Mary Baker Eddy.
Al leer una de sus biografías, aprecié su devoción por Dios. Su primera vislumbre sanadora del reino de los cielos fue tan importante, que dedicó su vida a esta Ciencia; sanó, enseñó y la dio al mundo en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Ella se consagró totalmente a esta tarea. Eso es realmente “comprar el campo”, ¿no crees? Su definición espiritual de reino de los cielos (que dedujo de la Biblia) se encuentra en el Glosario de Ciencia y Salud, y a mí me habla de todo el campo, de la totalidad de Dios demostrada. He aquí la definición: “El reino de la armonía en la Ciencia divina; el reino de la Mente infalible, eterna y omnipotente; la atmósfera del Espíritu, donde el Alma es suprema” (pág. 590).
Estoy aprendiendo que la gracia de Dios, Su amor incesante por Sus hijos, no solo abre nuestros corazones y pensamientos para recibir a Su Cristo, sino que también nos inspira a desear y comprar todo el campo. Para mí, comprarlo incluye la disposición de no ceder a la resistencia que trata de impedir, obstaculizar u ocultar toda la capacidad de respuesta que hay dentro de nosotros a la totalidad de la bondad de Dios y la bondad de Su totalidad. Comprar el campo requiere de una vigilancia iluminada por Dios y de una obediencia fortalecida por Él. Y yo encuentro que nosotros tenemos ambas a medida que entronizamos constantemente en la consciencia esas cualidades espirituales que constituyen el reino de Dios, Su dominio. Como señala Ciencia y Salud: “Dejemos que el altruismo, la bondad, la misericordia, la justicia, la salud, la santidad, el amor —el reino de los cielos— reinen en nosotros, y el pecado, la enfermedad y la muerte disminuirán hasta que finalmente desaparezcan” (pág. 248).
Amar y vivir estos atributos y permitir que reinen en nuestra forma de pensar, los activa en nuestras palabras y acciones y demuestra Su reino, o el control de Dios, dentro de nosotros. Él responde a nuestras necesidades, nos protege y nutre nuestro deseo innato por todo el reino; las demandas de Dios, no solo nuestras necesidades; Su disciplina, no solo Su aprecio; Sus correcciones, no solo Su consuelo; Su purificación, no solo Su perdón; Su santidad, no solo Su ayuda; Su agitar y espiritualizar nuestro pensamiento, no solo tranquilizarlo.
El tentador (el diablo, Satanás, la serpiente, el mentiroso, como sea que llames a la pretensión de un poder opuesto a Dios, el bien), parece operar de manera furtiva, y cuanto más sincero es nuestro deseo de aprender acerca del reino de los cielos y estar gobernados por él, tanto más puede parecer algunas veces que somos disuadidos. Las silenciosas sugestiones mentales del tentador a menudo son tan sutiles que puede que sin querer las aceptemos como nuestros propios pensamientos, pensamientos que niegan el reino de los cielos dentro de nosotros y postergan nuestro crecimiento espiritual otro día más. No obstante, cuando estamos despiertos y conscientes del reino de los cielos y las cualidades espirituales que nos pertenecen como hijos de Dios, detectamos las sugestiones falaces y endebles y no somos engañados por ellas. Nos damos cuenta de que no tienen ni mente ni realidad ni poder.
Hay una enorme alegría y recompensa al aceptar el conocimiento de que el reino de los cielos, el dominio de Dios, gobierna dentro de nosotros, y gran gozo al probarlo. Sí, las parábolas que Jesús contó con tanta claridad están siempre al alcance de la humanidad y ayudan a los lectores de formas profundamente prácticas.
