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Original Web

Seguridad en medio del conflicto violento

Del número de junio de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 2 de abril de 2019 como original para la Web.


La gente alrededor del mundo ha sido impulsada a considerar qué puede hacerse para enfrentar tanto los delitos armados como el terrorismo. Los jóvenes se han sentido dispuestos a marchar en las ciudades para exigir que se haga algo al respecto. Líderes y organizaciones han recomendado varias soluciones.

Entre las importantes conversaciones que están teniendo lugar en este sentido, he hallado que hay otra forma muy valiosa de considerar la seguridad y la protección. Recientes sucesos han vuelto mi pensamiento a los oscuros días de lo que eufemísticamente se llamó “el Conflicto” a fines del siglo XX en Irlanda del Norte, cuando miles de personas fueron muertas y miles heridas. Personalmente, fui amenazado a mano armada en dos ocasiones, y varios de los negocios que tenía fueron bombardeados. Estoy agradecido por haber sobrevivido esos años.

Lo que me consolaba y, pienso yo, me protegía era el deseo de comprender mejor lo que podría denominarse leyes de seguridad y protección de Dios. Casi todos los días oraba con ideas contenidas en la Biblia tal como esta: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).

Esta y otras ideas similares me ayudaban a diario a disminuir mis temores, porque me hacían tener la convicción espiritual de que el amor de Dios nos abraza a todos, y podía sentir que ese amor me cubría con un manto de protección. Puede ser difícil reconciliar esta convicción con lo que vemos que está ocurriendo en el mundo. Pero he llegado a comprender que cuando miramos más profundamente, encontramos que la verdadera identidad de todos es el reflejo de Dios, quien es infinitamente bueno, y comenzamos a discernir y a conocer esa bondad en todo momento. Cuando ese sentido de bien espiritual brilla en nuestra consciencia, ayuda a iluminar el mundo que nos rodea.

Lo que me protegía era el deseo de comprender mejor lo que podría denominarse leyes de seguridad y protección de Dios.

A medida que oraba, comencé a darme cuenta de que, si la presencia de Dios es ilimitada, entonces el reino de Dios es ilimitado, o como dijo Cristo Jesús, está cerca (véase Lucas 21:31). De modo que cualquier cosa que nos privaría de salud o seguridad no proviene de Dios, y, por lo tanto, no tiene poder. Esta luz de la presencia de Dios, la presencia eterna del Amor, nos viene a medida que abrimos nuestro corazón y somos receptivos a ella. Esto es lo que me daba esa creciente sensación de protección durante esa época tan difícil y peligrosa.

Cuando somos receptivos al hecho espiritual del cuidado que Dios nos brinda, somos naturalmente receptivos a la inspiración que nos mantiene a salvo. Hay dos ejemplos de esto que recuerdo con especial vivacidad.

En un caso, un hombre colocó un puesto de frutas contra una barrera de acero que el ejército y la policía habían levantado para cortar las calles laterales justo al lado de mi oficina principal. Al regresar a la oficina después de un rápido almuerzo, noté que el hombre no estaba allí. Me vino fuertemente la idea de mirar detrás del puesto. Cuando lo hice, en fracción de segundos, vi que había allí una bomba.

Con la ayuda de un transeúnte y la policía, despejamos el área, y cuando explotó la bomba, nadie resultó herido. Siento que fue la percepción cada vez mayor de que el bien es más poderoso que cualquier mal que podamos enfrentar lo que abrió mi pensamiento para tener esa intuición, y nos trajo seguridad a mí y a los demás.

En otra ocasión, había salido a pie para asistir a una reunión a unos cuatrocientos metros de mi oficina. No había ido muy lejos cuando me vino la clara convicción de que no debía seguir adelante. Di la vuelta. Unos cinco minutos después explotó un camión bomba en la calle donde yo hubiera estado en aquel momento.

Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana y fundadora del Christian Science Monitor, escribe en La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea: “La humanidad estará gobernada por Dios en la medida en que el gobierno de Dios se perciba, que se utilice la Regla de Oro, y que los derechos del hombre y la libertad de conciencia se consideren sagrados” (pág. 222). Cada uno de nosotros puede cumplir una función para combatir la delincuencia al recurrir constantemente a Dios en oración, escuchar la guía de esa Mente divina y reconocer la protección divina a la que todos tenemos acceso.

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