La gente alrededor del mundo ha sido impulsada a considerar qué puede hacerse para enfrentar tanto los delitos armados como el terrorismo. Los jóvenes se han sentido dispuestos a marchar en las ciudades para exigir que se haga algo al respecto. Líderes y organizaciones han recomendado varias soluciones.
Entre las importantes conversaciones que están teniendo lugar en este sentido, he hallado que hay otra forma muy valiosa de considerar la seguridad y la protección. Recientes sucesos han vuelto mi pensamiento a los oscuros días de lo que eufemísticamente se llamó “el Conflicto” a fines del siglo XX en Irlanda del Norte, cuando miles de personas fueron muertas y miles heridas. Personalmente, fui amenazado a mano armada en dos ocasiones, y varios de los negocios que tenía fueron bombardeados. Estoy agradecido por haber sobrevivido esos años.
Lo que me consolaba y, pienso yo, me protegía era el deseo de comprender mejor lo que podría denominarse leyes de seguridad y protección de Dios. Casi todos los días oraba con ideas contenidas en la Biblia tal como esta: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).
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