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Original Web

Supera desafíos en el trabajo con la oración

Del número de junio de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 30 de abril de 2019 como original para la Web.


Hace algún tiempo, sentía tanta presión en el trabajo que llegó un momento en que temí sufrir una crisis nerviosa. Me habían promovido a un nuevo puesto unos meses antes. Se decía que, debido a la complejidad de la tarea, aunada a los frecuentes cambios de política, se requerían dos o tres años de experiencia laboral para obtener la aptitud necesaria.

El trabajo exigía ser meticulosamente atento al detalle, pero las instrucciones impresas para los procedimientos y el software exclusivo de esa compañía estaban incompletos y eran a veces ambiguos. Los empleados asignados como instructores itinerantes con frecuencia daban información contradictoria, lo que provocaba que los que éramos nuevos en el trabajo nos sintiéramos confundidos y cautelosos.

Un día me informaron amablemente que, aunque era obvio que era capaz de realizar el trabajo técnico, no lo estaba dominando con suficiente rapidez. Me dieron un mes para que trabajara con más del doble del número de casos que había manejado o volvería a mi puesto anterior con un sueldo menor.

Como estudiante de la Ciencia Cristiana, hice lo mejor que pude para orar acerca de la situación, pero parecía que estaba en vigor la “ley de Murphy” (la cual afirma que cualquier cosa que pueda salir mal, saldrá mal). A mitad del mes había mejorado mis números, pero no lo suficiente como para poder alcanzar la meta. Dos compañeros nuevos en el puesto expresaron su opinión de que yo no estaba hecho para este tipo de trabajo. La presión y el temor que sentía eran hipnóticos.   

En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy afirma: “Si los estudiantes no se sanan prontamente a sí mismos, debieran acudir sin demora a un Científico Cristiano experimentado para que los ayude” (pág. 420). Así que llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara a enfrentar el temor y el estrés, y eso marcó toda la diferencia.

El practicista me ayudó a ver que solo Dios, no la opinión humana o ninguna así llamada ley del desastre, gobierna al hombre, y que Dios, el bien, es la única “presión” que puede realmente influirme. Me indicó que leyera un pasaje de Ciencia y Salud donde Eddy escribe: “Los Científicos Cristianos tienen que vivir bajo la presión constante del mandato apostólico de salir del mundo material y apartarse de él” (pág. 451).

Estas ideas me parecieron verdaderas y muy lógicas. Ese fue el momento decisivo. Cambié mi enfoque de “¿Podré hacerlo o no?” a “¿En qué medida estoy demostrando que la supremacía, la misericordia y la irresistible voluntad omnisapiente de Dios nos está controlando armoniosamente a mí y a todos mis compañeros de trabajo?”. Comencé a afirmar y a sentir el dominio que Dios me ha dado sobre el temor y el estrés. Los pensamientos acerca de una crisis nerviosa desaparecieron.

Otras personas a mi alrededor, que habían sido afectuosas y útiles, pero estaban preocupadas por mi capacidad para hacer lo que se necesitaba, parecieron percibir que se estaba produciendo un cambio en mi pensamiento. Dejé de preocuparme por lo que sucedía humanamente y recordé que el cuidado y la provisión del bien de Dios son absolutos y permanentes, sin importar las circunstancias materiales, porque Él es el Espíritu infinito. Como explica la Biblia: “En Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28, LBLA). El temor ya no podía ocultarme estas verdades.

Entonces, pocos días antes de que terminara el mes de prueba, se descubrió que un supervisor había tergiversado mis números de producción y que mis resultados anteriores habían estado en realidad a un nivel aceptable. No solo se puso al descubierto y se remedió esta injusticia, sino que mi desempeño también había mejorado: Mis números a lo largo del mes pasado se habían duplicado o triplicado. Permanecí en ese empleo por varios años más, y con el tiempo me jubilé después de haber trabajado treinta años en esa corporación. 

Con frecuencia me han ayudado los testimonios de otras personas en las revistas de la Ciencia Cristiana y espero que esta experiencia alentará a alguien más. Siempre he estado agradecido por el crecimiento espiritual y el sentimiento de dominio que obtuve de esta experiencia, y por el tratamiento mediante la oración de practicistas de la Ciencia Cristiana, quienes se mantienen desinteresadamente preparados y disponibles para ayudar a cualquiera que desee el apoyo y la curación espirituales.

Bruce Higley
Sacramento, California, EE.UU.

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