Llegamos a la Garganta de Samaria en Creta, Grecia, justo cuando salía el sol. Los rayos del sol bañaban las imponentes rocas en una luz cálida, y estaba emocionada e impaciente por comenzar nuestro descenso de 7 kilómetros por el cañón.
Estaba estudiando arte y filosofía en Grecia, Italia y Turquía con otros 21 estudiantes de mi universidad, y ese día descendíamos caminando por el cañón hacia una playa en la parte más baja. Nuestra tarea era tomar fotografías de diferentes formaciones rocosas, e inicialmente, a medida que descendíamos, pasé un tiempo maravilloso charlando y riéndome con amigos mientras trataba de tomar fotografías artísticas de las rocas. Pero cerca del final de nuestra caminata, comencé a tener un fuerte dolor de cabeza, que empeoró aún más cuando llegamos a la playa. No quería que nada interfiriera con el hermoso día que estaba teniendo, así que intenté olvidarme de lo mucho que me molestaba la cabeza y disfrutar nadando en las aguas cristalinas.
Sin embargo, cuando estábamos listos para comenzar el viaje de regreso a nuestro hotel, era cada vez más difícil ignorar el dolor de cabeza. También me di cuenta de que todavía teníamos un viaje en ferry de 45 minutos y luego un viaje en autobús de dos horas por una carretera sinuosa de montaña antes de regresar a la ciudad, ninguno de los cuales sonaba muy atractivo, debido a cómo me sentía.
Durante el viaje en autobús, me sentí realmente mareada por las curvas rápidas y bruscas, y no podía imaginarme cómo sobreviviría el resto del camino por la montaña. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía que hacer lo que tendría que haber hecho desde el principio: orar.
Si bien parecía que los pensamientos de dolor y náuseas eran casi imposibles de resistir, sabía por otras experiencias al orar para sanar, que podía rechazar esas sugestiones y entregarme a Dios. En esta situación en particular, eso significaba calmarme y orar como lo hizo Cristo Jesús cuando enfrentó una tormenta con las palabras: “¡Cálmate, sosiégate!” (Marcos 4:39, LBLA).
Cuando finalmente comencé a sentirme un poco más tranquila, tuve suficiente claridad mental como para comenzar a orar con “la declaración científica del ser” de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Las ideas en esta declaración me han ayudado y sanado muchas veces debido a su clara explicación de qué es Dios, qué es la realidad y qué soy yo realmente como creación de Dios. La parte que se destacó para mí en esta ocasión fue el final, que dice: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual” (pág. 468).
Comprendí que ser espiritual, no material, significaba que no podía ser vulnerable a estas sugestiones de náuseas y malestar y sentir dolor debido a ellas. Ser espiritual significa que soy pura, completa y estoy segura. Como imagen y semejanza de Dios, solo reflejo la bondad de Dios, y eso no incluye un dolor de cabeza.
Mientras oraba, un himno de Mary Baker Eddy del Himnario de la Ciencia Cristiana también me vino a la mente. Una línea que realmente me llegó fue: “divina Vida, que cada hora de espera posees” (N° 207, según versión en inglés). Sabía que la Vida, Dios, estaba a cargo de cada “hora de espera” en el viaje en autobús, por lo que no podía sentir dolor o incomodidad. Él me sostenía en Su abrazo amoroso, y podía sentir Su gentil presencia conmigo.
Pronto percibí un profundo sentido de paz y la suave presencia de Dios me envolvió, y pude descansar tranquilamente durante el resto del viaje en autobús. Cuando llegamos a la ciudad, ya no sentía ningún mareo y el dolor de cabeza había disminuido considerablemente. Pude unirme al grupo para cenar y comí sin ningún problema.
Más tarde, cuando me metí en la cama, me di cuenta de que estaba libre del dolor. En el pasado, estos tipos de dolores de cabeza habían durado muchas horas, ¡así que estuve especialmente agradecida por lo rápida y completa que fue esta curación!
La oración es eficaz, y estoy agradecida por experiencias como esta, que continúan probándome el poder de la oración.
