En nuestro jardín de atrás había parte de una vieja terraza de madera apoyada boca abajo sobre bloques de concreto. Una noche, salí a ver cómo corría y jugaba nuestro nuevo gatito entre las plantas del jardín. Pensé que había elegido una parte de la terraza que no tenía clavos para sentarme, pero cuando lo hice, me di cuenta de que me había sentado con todas mis fuerzas sobre varios de ellos. Me costó ponerme de pie. Estaba sobresaltada, atemorizada y considerablemente adolorida, así que fui a buscar a mi marido para que me ayudara. Si bien trataba de orar con verdades espirituales que conocía muy bien, me resultaba difícil olvidarme del dolor y el temor.
La Lección Bíblica de aquella semana, que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y está compuesta de pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, incluía declaraciones sobre la oscuridad y la luz. La luz representa lo que es bueno y espiritual, mientras que la oscuridad representa el error y la materia. Yo sabía que por ser hija de Dios reflejaba esa luz perfecta, y la oscuridad no podía apoderarse de mi pensamiento o hacerme daño.
Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle tratamiento mediante la oración, y mi esposo me leyó de la Lección Bíblica. Finalmente, me quedé dormida. Cuando me desperté adolorida y con molestias alrededor de las 3 de la madrugada, leí un correo electrónico que me había enviado el practicista el cual también hacía referencia a la oscuridad y a la luz. Con la convicción de que mi vida es en verdad luz, me sentí más cómoda y aliviada físicamente, y volví a dormirme.
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