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Original Web

Las curaciones prueban que somos eternos

Del número de marzo de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 9 de diciembre de 2019 como original para la Web.


A lo largo de mi vida he disfrutado de energía ilimitada, libertad de movimiento físico y casi continua buena salud con pocas enfermedades, dolores o malestares. Siempre que tenía algún dolor o enfermedad en el cuerpo, en la mayoría de los casos la curación se producía rápidamente. Sin embargo, en los últimos años, se han presentado muchas oportunidades para tener una curación física y para probar mi inmortalidad presente.

En respuesta a la pregunta “¿Qué es el hombre?” Mary Baker Eddy afirma en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. Las Escrituras nos informan que el hombre está hecho a la imagen y semejanza de Dios. La materia no es esa semejanza. La semejanza del Espíritu no puede ser tan desemejante al Espíritu. El hombre es espiritual y perfecto; y porque es espiritual y perfecto, tiene que ser comprendido así en la Ciencia Cristiana. El hombre es la idea, la imagen, del Amor; no es el físico” (pág. 475).

Pienso que esto quiere decir que el hombre (cada uno de nosotros) jamás es materia; ni siquiera por un mes, un año o muchos años. No está compuesto de elementos materiales tales como el corazón, los ligamentos, los músculos, etc. De modo que, cuando aparece uno de estos elementos materiales, puedo ver sin temor y con confianza que no es una perspectiva verdadera de mi identidad. Por ser la semejanza espiritual de Dios, yo soy inmortal ahora, siempre lo he sido y siempre lo seré. No necesito tener miedo o sentirme impresionada por las expectativas respecto a lo que se considera humanamente un envejecimiento “normal”. La inmortalidad significa que no estamos sujetos al deterioro, la enfermedad, el dolor, las limitaciones o las llamadas leyes materiales, así que puedo rechazar estas imposiciones falsas rápidamente y sin dudar.

Hace unos dos años, me apareció un hueso extraño en forma de bola en el nudillo de uno de los dedos. Al orar por esto, me sentí alentada por esta declaración de la Sra. Eddy: “Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles, indestructibles” (Ciencia y Salud, pág. 514). Pensé que, dado que este crecimiento no parecía tener un propósito útil, no era un aspecto de mi identidad como el hermoso reflejo del Espíritu infinito. Después de unos meses, me di cuenta de que la anormalidad había desaparecido por completo.

En otra ocasión, comencé a sentir dolor a lo largo de las piernas siempre que me inclinaba. Nuevamente razoné sobre la explicación del hombre en Ciencia y Salud que mencioné antes: “Es la compuesta idea de Dios, incluyendo todas las ideas correctas; …” (pág. 475). Comprendí que el dolor no formaba parte de mi herencia divina; no era una idea correcta que Dios me hubiera dado. Dios, el bien infinito, jamás lo hizo, así que no podía afectarme. Al orar de esta manera, sané por completo de esa condición.

Nunca antes había tenido problemas con mis rodillas, pero cuando tuve la oportunidad de visitar el Museo del Louvre en París, algo que había querido hacer toda mi vida, me resultaba muy doloroso subir los numerosos y altos peldaños de mármol. Al recurrir a Dios en oración, pensé que el movimiento flexible y armonioso, que representaban las rodillas, es una idea de Dios. Me di cuenta de que no podía sufrir, ya que incluía “todas las ideas correctas”, y las ideas de Dios son útiles, indestructibles y funcionan armoniosamente. La molestia desapareció de inmediato. El dolor volvió a manifestarse solo una vez más aquel día, pero se fue cuando oré con las verdades con las que había orado antes. Esto ocurrió hace cinco años, y no he vuelto a tener más problemas con mis rodillas. Hasta he disfrutado subir por las escaleras en lugar de tomar el ascensor.

En otra ocasión, hace unos tres años, me caí mientras patinaba en el hielo, y el dolor en mi muñeca, mano y brazo era tan insoportable que casi pierdo el conocimiento. Dos amigos Científicos Cristianos que estaban conmigo me apoyaron mucho. Había inflamación, y parecía que los huesos estaban fuera de lugar. Durante los siguientes días y semanas, recibí tratamiento mediante la oración de un practicista de la Ciencia Cristiana, y reclamé con persistencia que estaba libre de dolor, inmovilidad y dislocación. El dolor desapareció en unos días, y en pocos meses me liberé de la mayoría de los otros síntomas. Pero yo sabía que tenía que continuar orando para poder tener completa libertad de movimiento. 

Un pensamiento que enfrenté fue la creencia de que cuando envejecemos toma más tiempo sanar. Sabía que, puesto que la semejanza de Dios es espiritual, somos eternos, no estamos sujetos a ninguna ley mortal respecto al envejecimiento, sino solo a la ley divina de la Vida y el Amor. El concepto material del hombre tiene que ceder a la idea espiritual original del mismo. La curación completa se produjo hace un año. Estoy agradecida por poder decir que puedo levantar pesas y llevar paquetes pesados con total libertad y sin preferir un brazo o mano.

Es maravilloso probar de formas modestas que estamos liberados de la mortalidad. Somos inmortales ahora. ¡No tenemos que esperar! ¡Podemos experimentarlo ahora!  Estoy profundamente agradecida por la Ciencia Cristiana, que me ayuda a comprender esto.

Nancy Battey
Walnut Creek, California, EE.UU.

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