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Original Web

La vida es mucho más que la suerte

Del número de marzo de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 18 de noviembre de 2019 como original para la Web.


A veces parece como si muchos aspectos de la vida estuvieran determinados por la suerte, como si la vida no fuera otra cosa más que una serie de intentos a ciegas porque hay algún elemento desconocido que define las circunstancias y oportunidades, ya sea para bien o para mal. ¿Será posible ver más allá de este punto de vista poco fiable e inestable y experimentar un bien más constante en la vida diaria?

Hace un tiempo, enfrenté un año muy difícil, y esta fue una pregunta crucial para mí. Quería seguir una carrera pero no lograba concretarla. Trabajaba siete días a la semana, estaba exhausta y trataba simplemente de llegar a fin de mes. Según parecía no tenía mucha suerte.

Sin embargo, incontables veces antes yo había recurrido sinceramente a Dios en oración, inspirada por lo que había aprendido en la Ciencia Cristiana acerca de la naturaleza de Dios como Amor, y había hallado ayuda y curación. Había vislumbrado cuán natural es que los hijos de Dios sientan el tierno cuidado y la tierna presencia del Amor, y escuchen atentamente para conocer su plan, el cual solo incluye el bien. Así que en esta situación me volví nuevamente a Dios.

Hay un versículo en la Biblia del libro de Santiago que ha elevado sistemáticamente mi pensamiento por encima de la perspectiva material, incierta y sombría acerca de las oportunidades y posibilidades. El mismo dice así: “Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación” (Santiago 1:17, LBLA). La Biblia también dice: “La maldición no viene sin causa” (Proverbios 26:2, LBLA), lo que para mí quiere decir que no podemos ser maldecidos porque las maldiciones no tienen una causa legítima.

Comprender más profundamente y estar conscientes del hecho espiritual de que Dios, el bien, dirige nuestras vidas nos capacita para sentir el poder de estas promesas. La Ciencia divina, arraigada en la Biblia, da a Dios el nombre de Principio, entre otros nombres, tales como Amor, Vida y Mente. Este Principio divino es la sola y única fuente verdadera de cada uno de nosotros, y gobierna con la autoridad suprema del bien.

Lo más importante que comprendí es que Dios está a cargo de Su creación, y que nosotros podemos sentirlo de formas tangibles.

Y puesto que Dios, el Principio, es también el Amor divino, el único plan y resultado para Sus amados hijos –tú, yo y todos, totalmente espirituales y constituidos por el Amor– es la abundancia, la satisfacción y el progreso.

La fundadora de este periódico, Mary Baker Eddy, explica en sus escritos la importancia de alinear el pensamiento con esta realidad espiritual. Por ejemplo, en su libro fundamental, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, ella dice: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el sentido correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía” (pág. 424).

Durante aquel año, me esforcé con más diligencia que nunca a escuchar atentamente las indicaciones del Amor divino día a día. Es decir, no ceder a los pensamientos de ansiedad que trataban de controlarme, tales como pensar una y otra vez de qué manera habría de salir adelante o pagar mis cuentas. Reconocí que esos pensamientos no venían de Dios. Me dediqué a comprender más profundamente que no importaba lo que pareciera la situación en un momento dado, ya que Dios está a cargo de las vidas de todos nosotros, y que este hecho espiritual es la realidad.

Entonces sucedió algo totalmente inesperado. Una noche, mientras oraba de esta forma, me vino al pensamiento cierta idea sobre un trabajo al que nunca antes se me había ocurrido dedicarme. No sabía qué pasos dar, pero sentí que era un impulso divino, así que guardé la idea en mi corazón. Unos meses después, vi un anuncio en el periódico exactamente para ese trabajo, y lo respondí. Intuitivamente sabía que era el correcto para mí, y resultó que me ofrecieron el puesto, justo después de la entrevista. Esto me brindó una perspectiva completamente nueva sobre las posibilidades. 

 Ese resultado práctico fue maravilloso, pero lo más importante que comprendí es que Dios está a cargo de Su creación, y que nosotros podemos sentirlo de formas tangibles. Es una lección que continúo atesorando desde entonces.

El sentimiento de que nuestra experiencia está determinada por la suerte –ya sea buena o mala– pierde su aparente poder y capacidad para dominar nuestra vida cuando nos dedicamos a escuchar atentamente y seguir la dirección de Dios. Entonces podemos decir con la misma convicción que el Salmista al hablar de Dios: “Bueno eres tú, y bienhechor” (Salmos 119:68). Seguir la guía divina, en la cual no existe el azar, brinda la certeza de que se manifestarán indecibles bendiciones.

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