La Biblia contiene muchísimos relatos del triunfo del Espíritu sobre la materia; relatos tan maravillosos que tal vez parezcan increíbles. Realmente, ¿cómo podemos comprender totalmente la historia de Sadrac, Mesac y Abed-nego, quienes fueron arrojados al horno de fuego y no fueron consumidos por las llamas? ¿Y qué decir de Daniel, que fue lanzado al foso de los leones, y al sacarlo de allí al día siguiente, no tenía ni un rasguño?
La Ciencia Cristiana explica que sucesos como estos, que contradicen las aparentes leyes de la materia, no son milagros que pertenecen a una era ya pasada, sino demostraciones de la ley más elevada del Espíritu, Dios, la cual está siempre en operación. Son pruebas tangibles de la totalidad de Dios y Su poder redentor.
La Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras:“El Amor divino, que volvió inofensiva la víbora venenosa, que libró a los hombres del aceite hirviendo, del horno de fuego ardiendo, de las fauces del león, puede sanar al enfermo en toda época y triunfar sobre el pecado y la muerte” (pág. 243). A continuación, ella dice que este Amor era la esencia de las obras sanadoras de Cristo Jesús y que, para repetir esas maravillas, debemos tener “la misma ‘Mente… que también estaba en Cristo Jesús’”; es decir, un conocimiento de la Ciencia que sustenta las curaciones.
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