Hace unos meses, tenía dolores en el pecho, así como también en la planta de uno de los pies. Oraba por esto con persistencia, pero sin convicción. Trataba de eliminar el dolor con la oración, en lugar de realmente ahondar en las verdades espirituales.
Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me diera tratamiento por medio de la oración. El practicista me recordó que nunca estoy separada del Amor divino y que mi verdadero cuerpo es espiritual, y ya es perfecto, armonioso e intacto. Oramos con la idea de un “conducto del pensamiento” que fluye serenamente (parte de la definición espiritual de río que da Mary Baker Eddy en la página 593 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras); lo que para mí significaba que el amor de Dios puede eliminar de nuestro pensamiento toda aparente obstrucción para la curación.
Yo esperaba tener una curación completa y permanente, al reconocer que el Amor divino es el verdadero sanador. Esto me reconfortó, y me dormí, y luego me despertó mi hijo pidiéndome que lo ayudara con una tarea de la escuela. La molestia que yo tenía era alarmante, cosa que no le conté a mi familia, así que traté de llamar nuevamente al practicista. No hubo respuesta. Sin embargo, me dije a mí misma que es Dios quien sana, no una persona, y que el trabajo ya estaba hecho: la creación de Dios es siempre pura y sana. Simplemente necesitaba comprender esto más claramente.
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