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Original Web

Una provisión inagotable

Del número de marzo de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 18 de noviembre de 2019 como original para la Web.


Una noche, estaba poniendo la vajilla en la lavadora de platos, y pensé: “Si no tuviera que gastar dinero en la comida de la niñera, podría ir reduciendo mi deuda”.

Ya sé que suena descabellado. Realmente, ¿cuánto dinero podría haber ahorrado? Pero así de apretada me sentía en aquel momento.

Fue entonces que recibí lo que llamo un pensamiento de Dios. No vino de mí. Yo estaba en pánico y trataba de encontrar formas de ahorrar y obtener algo de dinero vendiendo algunas de mis pertenencias. No obstante, este mensaje era apacible y reconfortante: “No te preocupes. No estás gastando ‘tu’ dinero en la niñera. Estás compartiendo Mi provisión [con M mayúscula, porque Dios estaba hablando]. No se va a acabar”.

¡Ah! Tenía que pensar en esto. 

De inmediato recordé esta frase de la Biblia: “¡Den tan gratuitamente como han recibido!” (Mateo 10:8, NTV). Fue entonces que obtuve una nueva comprensión de lo que significaba. Si el bien viene constantemente de Dios —y yo había tenido muchas pruebas en mi vida de que es así— yo no debía aferrarme al dinero tan fuertemente. 

Dejé de pensar en que necesitaba reforzar el bien para mi hija y para mí, y comencé a ver cuánto mejor era compartir con alguien el bien que Dios me estaba dando a mí, y a todos nosotros, a cada momento.

Este cambio en el pensamiento cambió mi vida en gran forma. Primero, dejé de ser mentalmente tan tacaña. Dejé de tener miedo. ¡El estómago ya no me dolía cuando pagaba mi cuenta del supermercado! Tenía un sentimiento más expansivo de la verdadera provisión, la provisión espiritual. Comencé a ver que cuánto más expresaba el Amor divino, más rica me sentía. Sabía que mi sentido de propósito no podía ser insuficiente a fin de mes, y mi capacidad de reflejar la inteligencia de Dios era siempre abundante.

Me volví más agradecida por todo el bien en mi vida. Y al hacerlo, lo vi crecer.

Por esa época, el padre de una de las amigas de mi hija les preguntó a las niñas: “¿Son ustedes ricas, o son verdaderamente ricas?”. Les dijo que la gente piensa que el dinero te hace rico, pero que la familia y los amigos y ser una buena persona son lo que realmente te hacen rico.

Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, va más allá. Ella escribe:“Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 307).

Me volví más agradecida por todo el bien en mi vida. Y a medida que lo hice, vi que crecía. Este fue un gran punto decisivo para mí. En unas semanas, un hermoso apartamento para el que yo había estado en lista de espera por años estuvo disponible. Tenía una vista fabulosa, y me costaba considerablemente menos por mes. Luego conseguí un mejor trabajo con un sueldo mucho más alto. Aunque calculé que todavía me tomarían otros dos años para resolver mi situación financiera, pude liquidar todas mis deudas en nueve meses, y he sido solvente desde entonces. 

Más concretamente, he podido compartir la abundancia que Dios me ha dado —sin preocuparme— desde aquel momento cuando Dios me hizo saber que hay suficiente para todos. Las ideas espirituales que nos vienen constantemente de Dios realmente enriquecen nuestra vida de formas correctas.

Sin embargo, la historia no termina allí. Hace unos años, tuve que dejar el apartamento para mudarme a otro estado por mi trabajo. Los gastos para vivir se duplicaron, pero mi sueldo no cambió. Al principio me sentí nerviosa por la mudanza y pensé que mi estándar de vida podría verse afectado.

Entonces recordé la promesa de Dios de que la provisión no se agota. Sabía que podía confiar en esta declaración de Escritos Misceláneos: “Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis” (pág. 307). No solo podía confiar en ello, sino que podía también verlo en la práctica. Y así lo hice.

Me encanta mi hermoso apartamento; mi cuenta de ahorros no ha sufrido; y mi vida se siente más rica que nunca.

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