A veces las perspectivas de encontrar trabajo pueden parecer deprimentes, debido tal vez a los argumentos de que somos demasiado viejos, carecemos de la experiencia necesaria o que las oportunidades de empleo son pocas o definitivamente no existen. No obstante, he aprendido que aún en los momentos difíciles tenemos una ayuda muy cercana.
Hace años, el sabio proverbio de “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento” (Proverbios 3:5, LBLA), me guió a escuchar mi intuición espiritual y a mudarme al otro lado del océano, donde terminé desempeñando una función muy satisfactoria y de constante expansión en una organización sin fines de lucro. Permanecí en esta organización más de veinte años.
Cuando me faltaban menos de siete años para jubilarme, fue desconcertante, por decirlo de algún modo, escuchar las discusiones en la oficina acerca de una reestructuración que entrañaba el traslado de más de cien puestos, entre ellos mi equipo de once personas. Puesto que más de dos tercios de los puestos de las oficinas centrales serían trasladados a otros países, había mucha rabia y temor en la atmósfera de la oficina.
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