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Original Web

Empleo ininterrumpido

Del número de marzo de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 21 de noviembre de 2019 como original para la Web.


A veces las perspectivas de encontrar trabajo pueden parecer deprimentes, debido tal vez a los argumentos de que somos demasiado viejos, carecemos de la experiencia necesaria o que las oportunidades de empleo son pocas o definitivamente no existen. No obstante, he aprendido que aún en los momentos difíciles tenemos una ayuda muy cercana.

Hace años, el sabio proverbio de “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento” (Proverbios 3:5, LBLA), me guió a escuchar mi intuición espiritual y a mudarme al otro lado del océano, donde terminé desempeñando una función muy satisfactoria y de constante expansión en una organización sin fines de lucro. Permanecí en esta organización más de veinte años.

Cuando me faltaban menos de siete años para jubilarme, fue desconcertante, por decirlo de algún modo, escuchar las discusiones en la oficina acerca de una reestructuración que entrañaba el traslado de más de cien puestos, entre ellos mi equipo de once personas. Puesto que más de dos tercios de los puestos de las oficinas centrales serían trasladados a otros países, había mucha rabia y temor en la atmósfera de la oficina.

 Al principio, no podía pensar en trabajar en ningún otro lado. Pero había recurrido a Dios y al pastor de la Iglesia de Cristo, Científico —la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy— para que me ayudaran a encontrar soluciones y rumbo a lo largo de mi carrera, de modo que fue natural para mí hacerlo nuevamente durante este período difícil. También tenía el valioso apoyo de oración de un dedicado practicista de la Ciencia Cristiana.

Al comenzar a orar por las nuevas perspectivas de trabajo para todos los que estaban afectados por la reestructuración de la oficina, me di cuenta de que era importante no delinear la fuente y la naturaleza de esas perspectivas. Esta idea me vino al leer las tentaciones de Jesús en la Biblia, donde afirma que cuando él estaba hambriento en el desierto, enfrentó la tentación de “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. Como notarás, el tentador se refiere a estas piedras en particular. La tentación delinea la forma específica en que vendría la provisión. No obstante, en lugar de caer en esta trampa, Jesús dijo: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:3, 4). 

En la sociedad actual es común pensar que la provisión viene de nuestro empleador en forma de una suma regular de dinero. Por el contrario, el encuentro de Jesús ilustra la necesidad de apoyarse lealmente en cada palabra de Dios. Malaquías 3:10 (NTV) promete “¡Derramaré una bendición tan grande que no tendrán suficiente espacio para guardarla!” No solo es una bendición que se derrama sobre nosotros en forma de un trabajo interesante y satisfactorio, sino que nosotros también somos derramados como una bendición sobre nuestro lugar de trabajo. Cuando preparamos un currículo, carta de solicitud o un informe sobre el desempeño del trabajo, podemos pensar detenidamente en cómo es que Dios nos ha derramado a nosotros como una bendición.

Nunca estamos sin propósito, utilidad o valor.

Podemos bendecir cuando sabemos que somos la expresión misma de Dios, el bien, en todo momento, dondequiera que estemos: en casa, en el trabajo, alrededor de la ciudad, en el exterior, y así sucesivamente. Proverbios 18:16 nos asegura a todos que “ofrecer un regalo puede abrir puertas; ¡es una vía de acceso a la gente importante!” (NTV). Dios nos ha dado a cada uno de nosotros dones únicos. Bajo Su guía, podemos descubrir, nutrir y expresar dichos talentos.

En su libro Retrospección e Introspección, Mary Baker Eddy apoya este punto cuando escribe: “Ninguna persona puede tomar el lugar individual de la Virgen María. Ninguna persona puede abarcar o desempeñar la misión individual de Jesús de Nazaret. Ninguna persona puede tomar el lugar de la autora de Ciencia y Salud, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana. Cada individuo debe llenar su propio nicho en el tiempo y en la eternidad” (pág. 70). Cuando leí este párrafo hace muchos años, comprendí que cada individuo es perfectamente apto para cumplir con su misión; no solo la Virgen María, Cristo Jesús y Mary Baker Eddy, sino que todos y cada uno de nosotros también tenemos nuestro propio nicho especial. Fue muy reconfortante reflexionar acerca de esa inspiración al encontrarme en ese momento difícil.

Como jefe de equipo, he estado envuelta en muchas contrataciones a lo largo de los años. Me resulta interesante que los especialistas en recursos humanos ahora hablen de reclutar a aquel que es mejor para el puesto, en lugar de buscar al candidato mejor calificado. La contratación más exitosa se produce cuando hay conversaciones abiertas y francas acerca de lo que la organización y el equipo están buscando y qué pueden aportar los candidatos. Puesto que todos tenemos un nicho ordenado por Dios, en realidad no hay una competencia para conseguir trabajo. Ninguna persona podría verdaderamente querer un trabajo que está preparado para otra persona. 

En mis circunstancias, para erradicar por completo el temor de que sería imposible encontrar un trabajo localmente porque otras compañías y organizaciones en la región estaban también enviando trabajo al exterior, me resultó útil reflexionar sobre esta pregunta: “¿Podrá Dios preparar mesa en el desierto?” (Salmos 78:19, LBLA). La respuesta era y es y siempre será un resonante “¡Sí!” Por ejemplo, cuando Moisés se apoyó totalmente en Dios, encontró agua y maná en el desierto para alimentar a los hijos de Israel y a sí mismo. Esta verdad también fue hermosamente demostrada después que la Sra. Eddy se enteró de que el pozo de un granjero local estaba vacío, lo cual afectaba la capacidad de las vacas para producir leche. Ella dijo: “¡Oh! Si tan solo supieran, el Amor llena ese pozo”. Al día siguiente el pozo estaba lleno de agua, para gran sorpresa del granjero, ya que hacía muchos días que no llovía (véase Mary Baker Eddy: Christian Healer, Amplified Edition, p. 177). Estas experiencias me aseguraban que habría empleo satisfactorio para todos los que estaban incluidos en la reubicación, a pesar de que el mercado laboral parecía estar tan ajustado.

Orar aferrándome a todas estas ideas, finalmente y muy pronto resultó en una transición armoniosa para mí cuando conseguí un puesto igualmente satisfactorio y progresivo en una organización mucho más grande. También quiero señalar que alrededor de un año después de la mudanza, un empleado en mi anterior trabajo dijo que me había ido en el momento correcto, y un empleado en el nuevo lugar de trabajo comentó que yo había llegado en el momento correcto. A través de esta experiencia comprendí mejor que mi trabajo y mi carrera le pertenecen a Dios, y están realmente gobernados e impulsados por Él. Felizmente, todos los demás en mi equipo también encontraron nuevo empleo.

En el reino de Dios, la oferta y la demanda siempre están en equilibrio una con otra. Cuando comprendemos que el reino de Dios —Su gobierno supremo de todo— es la verdadera realidad en la que vivimos, a un empleador no puede faltarle personal competente y diligente, así como a los candidatos elegibles tampoco pueden faltarle la demanda de sus servicios. En la creación de Dios no puede haber ningún hueco o agujero. No podemos existir sin un propósito, utilidad o valor. Dios jamás desperdicia Su trabajo; ¡ni siquiera una pizca! El plan de Dios para el bien es completo y se manifiesta en el momento correcto para todos de una manera ordenada y armoniosa.

 A medida que nos concentramos en amar a Dios —afirmando a diario nuestra identidad como Su idea valiosa, amada, con empleo constante, y haciendo el buen trabajo que Él dirige— surgen las oportunidades necesarias de expresarlo a Él, y la verdad del empleo ininterrumpido es probada inevitablemente.

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