Una mañana, andaba a las corridas por la casa, cuando me golpeé fuertemente la parte superior del pie contra el duro soporte del desayunador de la cocina. El dolor era intenso, pero necesitaba ir a trabajar, así que continué con mis actividades.
Trabajé todo el día con tacos altos. Cuando me levanté de mi escritorio para irme al término del día, me di cuenta de que no podía poner ningún peso en ese pie. Estaba agradecida por ser la última en salir, así que nadie me vería rengueando a través del estacionamiento con un solo zapato y tratando de mantener el equilibrio con el talón de mi pie izquierdo descubierto.
Aquella noche oré un poco, pero sin concentrarme mucho. A la mañana siguiente, todavía no podía caminar con ese pie, así que le pedí a una amiga que me prestara unas muletas y me fui al trabajo. Una compañera de la oficina hizo un comentario sobre la hinchazón del pie (aunque lo había cubierto con una media), y me dijo que debía ir a que me examinara un doctor. Le aseguré que estaba atendiendo el problema.
Aquella noche en casa, me acomodé en un sillón reclinable y comencé a orar en serio. Pensé en “la declaración científica del ser” del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras escrito por Mary Baker Eddy, la cual comienza diciendo: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo” (pág. 468). También oré con declaraciones bíblicas que afirmaban la unidad y la semejanza del hombre con Dios. Las mismas me ayudaron a saber que vivo, me muevo y tengo mi ser bajo Su guía y amoroso cuidado —donde los accidentes no son posibles— y que la semejanza de Dios no puede ser negligente.
Me concentré de tal manera en la oración que ni siquiera estuve consciente de los sonidos del programa de televisión que un miembro de la familia estaba viendo desde una silla cercana. Cuando abrí los ojos unos treinta minutos después, el pie estaba completamente sano. Regresé a trabajar a la mañana siguiente con tacos altos y no he vuelto a tener más problemas con el pie.
Estoy muy agradecida por el maestro cristiano, Cristo Jesús, y por la dedicación de la Sra. Eddy para traer al mundo la Ciencia divina del Cristo.
Constance Watkins
Paducah, Kentucky, EE.UU.