Una mañana, andaba a las corridas por la casa, cuando me golpeé fuertemente la parte superior del pie contra el duro soporte del desayunador de la cocina. El dolor era intenso, pero necesitaba ir a trabajar, así que continué con mis actividades.
Trabajé todo el día con tacos altos. Cuando me levanté de mi escritorio para irme al término del día, me di cuenta de que no podía poner ningún peso en ese pie. Estaba agradecida por ser la última en salir, así que nadie me vería rengueando a través del estacionamiento con un solo zapato y tratando de mantener el equilibrio con el talón de mi pie izquierdo descubierto.
Aquella noche oré un poco, pero sin concentrarme mucho. A la mañana siguiente, todavía no podía caminar con ese pie, así que le pedí a una amiga que me prestara unas muletas y me fui al trabajo. Una compañera de la oficina hizo un comentario sobre la hinchazón del pie (aunque lo había cubierto con una media), y me dijo que debía ir a que me examinara un doctor. Le aseguré que estaba atendiendo el problema.
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