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Original Web

Nuestro propósito no tiene obstáculos en el reino de Dios

Del número de mayo de 2021 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 25 de enero de 2021 como original para la Web.


Debido a la globalización, el número de personas que estudian o trabajan en países distintos de los suyos ha aumentado considerablemente en los últimos años. Las leyes de inmigración administran este movimiento de personas exigiendo que los que no son ciudadanos tengan permisos para vivir, estudiar o encontrar empleo; pero abrirse paso a través de este proceso puede ser una tarea desalentadora cuando envuelve una burocracia excesiva. Afortunadamente, la oración puede mostrar el camino a seguir.

En una ocasión, tuve que obtener un permiso de trabajo para aceptar un puesto que me ofrecieron mientras vivía en el extranjero. Parecía muy improbable que obtuviera los permisos necesarios a tiempo. Buscando una perspectiva más elevada y espiritual, recurrí a la Biblia y a los escritos de Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, para comprender mejor las numerosas referencias que hizo Cristo Jesús al reino de Dios.

Jesús dijo: “El reino de Dios está aquí” (Mateo 3:2, Eugene Peterson, The Message). ¿Qué es este reino? Jesús no estaba hablando de una ubicación geográfica rodeada por fronteras nacionales y dividida por la raza o la ciudadanía. No se trata de un lugar físico, sino más bien de un estado de pensamiento o consciencia espiritual. Y Jesús dijo que este reino está “dentro de vosotros” (véase Lucas 17:21, KJV).

En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, la Sra. Eddy describe el reino de los cielos como “el reino y gobierno de la armonía universal” (pág. 208) y “el reino de la Mente infalible, eterna y omnipotente” (pág. 590). También lo define como “el altruismo, la bondad, la misericordia, la justicia, la salud, la santidad, el amor” (pág. 248). El reino de Dios es una morada espiritual y santa, el cielo nuevo y la tierra nueva a los que se hace referencia en el libro del Apocalipsis en la Biblia (véase 21:1).

Como hijos de Dios, todos nosotros —cada hombre, mujer y niño— somos ciudadanos de este reino celestial, con los mismos derechos y privilegios. Gobernados por el Principio divino, el Amor, todos los ciudadanos están bajo la jurisdicción de la “ley perfecta de la libertad” de Dios (Santiago 1:25, KJV); la libertad de ser lo que Dios nos ha creado para ser. En este reino de los cielos, cada ciudadano tiene el derecho de vivir, moverse, aprender y trabajar libremente. Y Dios, el Amor divino, brinda continuamente oportunidades a todos Sus hijos para progresar, ser productivos, “ser fructíferos, multiplicarse y llenar la tierra” (Génesis 1:28, KJV).

Cristo Jesús comparó el reino de los cielos con la levadura, una sustancia como el fermento que hace que la masa se expanda y se levante. El reconocimiento, la comprensión y la práctica del reino de los cielos hacen que nuestro pensamiento se eleve de una perspectiva limitada y material a la aceptación de una visión espiritual más grandiosa. La Sra. Eddy pide a los “ciudadanos del mundo” precisamente eso: “aceptad la ‘libertad gloriosa de los hijos de Dios’, y sed libres!” (Ciencia y Salud, pág. 227).

Esta libertad viene a través de la comprensión de nuestra verdadera identidad espiritual como imagen y semejanza de Dios, como ideas de la Mente divina. Aceptar este mensaje a semejanza del Cristo acerca de nosotros mismos, que somos ideas —ciudadanos— del reino de Dios, gobernados por Sus leyes, no nos da permiso para burlar las leyes de la tierra. Pero sí nos libera del temor a que la dirección de nuestras vidas dependa de los gobiernos humanos o de las políticas legislativas; a que las perspectivas de vida puedan perderse en una maraña de burocracia; a que el progreso y el éxito puedan estar fuera del alcance de ciertas personas debido a la nacionalidad o la geografía. El poder del Cristo, la Verdad, nos permite discernir y superar cualquier sentido de que nuestras perspectivas se definan materialmente o sean limitadas.

Dios, el Amor divino, está continuamente brindando oportunidades a todos Sus hijos de progresar, de ser productivos.

Al reflexionar profundamente acerca de estas ideas, mi permiso de trabajo llegó muy rápidamente. Fueron surgiendo sencillos pasos para el proceso de solicitud a medida que mi pensamiento se elevaba mediante el reconocimiento de que yo estaba sujeto a la ley perfecta de la libertad de Dios, y que nada podía obstruir Su plan para mí.

En la Biblia, el gobernador romano Poncio Pilato, al interrogar a Jesús antes de su crucifixión, le preguntó: “¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?”. Pilato ciertamente tenía, y ejercía, la autoridad humana para determinar el destino terrenal de Jesús de la manera que él afirmaba. Pero no podía impedir que se cumpliera el propósito que Dios tenía para Jesús. Esto le permitió responder: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba” (Juan 19:10, 11). Y la confianza de Jesús fue justificada cuando su crucifixión fue seguida por su resurrección: la demostración de la naturaleza inmortal de la Vida divina, que es Dios.

Cada uno de nosotros tiene un propósito y un lugar designados que ocupar en el reino de los cielos, y es este propósito espiritual el que determina nuestras oportunidades prácticas de vivir plenamente. La Sra. Eddy escribió: “Cada individuo debe llenar su propio nicho en el tiempo y en la eternidad” (Retrospección e Introspección, pág. 70). En realidad, ninguna circunstancia material puede impedir que una idea correcta prospere. Si somos llamados a cumplir nuestro propósito espiritual de bendecir a los demás, en ciertos momentos y en ciertos lugares, expresando los talentos y habilidades que Dios nos ha dado, entonces el camino se abrirá para que podamos hacer esto plenamente.

¿Y qué decir si hay factores que parecen limitar nuestras perspectivas de vida, incluso si no somos viajeros del mundo? Puede haber una barrera en el pensamiento que trataría de encerrarnos mediante limitaciones; tal vez la falta de calificaciones educativas, una infancia problemática o un diagnóstico médico. Es posible elevarnos más allá de esas posibles barreras reconociendo nuestra verdadera identidad espiritual como ciudadano en el reino de Dios, indefinido e ilimitado por los acontecimientos del pasado, las teorías médicas o cualquier otra evaluación humana.

Cuando nos enfrentamos a circunstancias limitantes, nosotros, como Jesús, podemos decir con confianza: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba”. Que la levadura de la Verdad divina —del reino de Dios dentro de ti— “ensanch[e] el sitio de tu tienda” (Isaías 54:2). En otras palabras, expande tu pensamiento más allá de un sentido material a un sentido espiritual de tu propósito y la obra de tu vida, y experimenta los transformadores resultados.

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