Estoy muy agradecida porque cuando perseveramos en la Ciencia Cristiana, ganamos el premio: la curación. Tuve prueba de esto hace un par de años después de que tuve un resfriado que pareció afectar mis pulmones. Aunque no tosía ni estornudaba, sentía dolor en el pecho y tenía que dormir sentada.
En ese momento, tomé un descanso del trabajo y estudié la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy muchas horas al día. El capítulo “La Ciencia del ser” en Ciencia y Salud fue particularmente útil. En la página 301 dice: “Puesto que Dios es sustancia y el hombre es la imagen y semejanza divina, el hombre debiera desear, y en realidad posee, sólo la sustancia del bien, la sustancia del Espíritu, no de la materia”.
También tomé en serio la cita de Isaías 41:10: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.
Estos alentadores pasajes me ayudaron a comprender que no podía ser afectada, ya que el hombre siempre está bajo el cuidado amoroso de Dios. Empecé a ver más claramente que Dios es mi verdadera sustancia y que lo que se considera materia no tiene sustancia. Por ser Su idea espiritual, el hombre (cada uno de nosotros) está hecho enteramente a imagen de Dios, bueno. Solo necesitaba ser persistente en rechazar el temor y las falsas sugestiones de enfermedad que me venían y, en cambio, abrazar la realidad divina.
Ciencia y Salud afirma: “Los objetos conocidos por los sentidos físicos no tienen la realidad de la sustancia. Ellos son únicamente lo que la creencia mortal los llama. La materia, el pecado y la mortalidad pierden toda supuesta consciencia o pretensión de vida o existencia a medida que los mortales desechan un sentido falso acerca de la vida, la sustancia y la inteligencia. Pero el hombre espiritual, eterno, no es tocado por estas fases de la mortalidad” (pág. 311).
Empecé a ver que mi verdadero ser espiritual nunca podía ser tocado por la enfermedad o el dolor. Del otro lado de mi cama había una cómoda. Pensé que ese tocador no podía sentir dolor o estar enfermo, y esto me ayudó a ver que el cuerpo no podía sentir dolor a menos que yo creyera que lo hacía. Sabía que en realidad mi única consciencia era Dios, el Espíritu o Mente infinitos; por lo tanto, todo pensamiento de enfermedad o infección era una mentira.
Una noche tuve muchos problemas para respirar y llamé a la practicista de la Ciencia Cristiana con quien había estado trabajando. Hablamos sobre el amor de Dios por mí y Su constante apoyo. También hablamos sobre mi trabajo y le dije que realmente estaba luchando con el estrés porque parecía demasiado difícil para mí. Ella me dijo que cuando entrara por la puerta de mi oficina todos los días, podía saber que el Cristo, la Verdad espiritual, había entrado antes que yo. Podía dejarle la planificación a Dios y simplemente escuchar Su guía.
A medida que avanzaba la noche, mi temor disminuyó y pude respirar más fácilmente. Continué trabajando y orando a diario, aferrándome a mi nueva perspectiva de que la sustancia es espiritual, y viendo mi trabajo como Dios lo veía: alegre y productivo. También manejé con firmeza el estrés aplicando la verdad espiritual de que Dios me estaba apoyando y que Él estaba haciendo el trabajo. Pensé que era el reflejo perfecto de Dios y no tenía ni pizca de enfermedad ni momento de dolor o estrés. A partir de ese momento, el dolor comenzó a desaparecer.
Una noche me di cuenta de que tenía miedo de que volvieran el dolor y la dificultad para respirar. Me mantuve firme en el hecho de que, por empezar, nunca habían sido reales, nunca habían tocado mi verdadero ser. Sabía que solo Dios sana, ya que todo está en el pensamiento y la Mente divina es la única consciencia que tengo.
El dolor desapareció y nunca volvió. Además, el estrés por mi trabajo se desvaneció y he disfrutado mucho más de él con el paso del tiempo. Estoy agradecida por todo lo que he aprendido a través de esta experiencia, principalmente, a ser persistente cuando surge un problema, a permanecer con la verdad espiritual y a saber que mi sustancia es Dios, el bien.
Kaki Green
Palatka, Florida, EE.UU.