Una vez, mientras cocinaba, tomé una sartén de hierro fundido de la cocina, sin darme cuenta de que estaba muy caliente. Como la sartén estaba llena de grasa, la llevé al fregadero antes de soltarla. Mi mano estaba quemada y el dolor era intenso.
Inmediatamente fui a mi escritorio y tomé el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Me volví a Dios, abrí el libro, y mi mirada se posó en esto: “No temas que la materia pueda doler, hincharse e inflamarse como resultado de una ley de cualquier índole, cuando es evidente de por sí que la materia no puede tener dolor ni inflamarse” (pág. 393).
La verdad de esta afirmación fue tan clara en ese momento que sané instantáneamente. El dolor se detuvo por completo y no quedó ninguna marca en mi mano. Me asombró que, al abrir este libro de unas setecientas páginas, encontrara no solo algo significativo, sino la respuesta exacta a mi necesidad. Durante los días siguientes, me deleité en la inmediatez y el poder del Amor divino.
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