Estaba en un parque con mi papá y jugábamos al fútbol. Mi papá pateó accidentalmente la pelota hacia un perro. Cuando la fui a buscar, el perro se asustó porque pensó que estaba corriendo hacia él, no hacia la pelota. El perro saltó sobre mí y me mordió en el brazo. Me dolió mucho y me asusté.
Mi papá me llevó a casa para limpiarme. En el camino a casa, hablamos de lo que había pasado. ¡Dije que nunca volvería a confiar en los perros! Pero luego hablamos de que el perro no trató de hacerme daño. Simplemente se asustó. Esto ayudó a que no me enojara con el perro. Fue un viaje corto, pero perdoné al perro.
Cuando llegamos a casa, mi mamá y mi papá me limpiaron y vendaron el brazo. Todos oramos, que es algo que he estado aprendiendo a hacer mediante la Ciencia Cristiana. Orar puede ayudarnos a escuchar los buenos pensamientos que siempre vienen de Dios, y esos pensamientos nos sanan. Mientras orábamos, mi papá y yo leímos una historia del Sentinel escrita por una niña que también había sido mordida por un perro (Hannah, “Dog bite—healed quickly,” June 20, 2011). Ella contó cómo oró, lo cual fue útil, y oramos un poco de la misma manera.
Hablamos de que los perros no pueden ser malos, porque son criaturas de Dios, y Dios es solamente bueno. Además, todo lo que soy viene de Dios, así que solo tengo el bien en mí y no puedo ser lastimado. ¡Tú también vienes de Dios! Tú y yo somos del todo buenos y no podemos ser lastimados porque Dios es perfecto, y si Dios no puede ser lastimado, entonces nosotros tampoco.
Ese mismo día, me dejó de doler el brazo, y después de un par de días, estaba completamente sano. Fue como si nada hubiera pasado. Estuve un poco preocupado por unos perros grandes durante algunas semanas, pero eso también desapareció. ¡Ahora, los perros son uno de mis animales favoritos!
    