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Buenas Noticias

El poder del Amor divino sobre la corrupción

Del número de octubre de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en francés

Apareció primero el 15 de julio de 2024 como original para la Web.


Para muchas personas, incluyéndome a mí, la Biblia es una guía espiritual de la cual sacar fuerzas, una fuente de inspiración, un mensaje cuyo poder puede sacarlas del atolladero. Nos consuela con estas palabras: “Encomienda al Señor tu camino, confía en Él, que Él actuará; hará resplandecer tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía” (Salmos 37:5, 6, LBLA).

La Mente divina, la inteligencia divina, siempre actúa con justicia, y su fidelidad permanece eternamente. La ley divina es poderosa, infalible e irreversible. Momento a momento, podemos confiar en el Dios eterno, bajo cuyo gobierno se encuentra todo lo que existe, y que siempre cuida tiernamente de Sus amados hijos.

Hace varias décadas, en mi país, la República Democrática del Congo —llamada Zaire en ese momento— la corrupción se había normalizado. No se podía prestar ningún servicio hasta que se hubiera ofrecido una propina. Mi padre esperó en vano su pensión de jubilación después de haber trabajado como funcionario. Amigos, familiares y autoridades locales fueron unánimes en decirle que si no ofrecía una gratificación a la Dirección General de Servicios Públicos, nunca se le pagaría su pensión de jubilación, que había estado esperando durante tres años.

Afortunadamente, yo acababa de conocer las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. El estudio diligente de la Lección Bíblica semanal que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y está compuesta de selecciones de la Biblia y de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy, me permitió mantenerme firme en oración contra esta injusticia.

Mi estudio encendió la antorcha de mi comprensión espiritual acerca de Dios y de la verdadera identidad de cada uno de nosotros como hijo amado de Dios, precioso a Sus ojos. Al igual que un ciego que recupera la vista, descubrí que la Ciencia Cristiana cambió totalmente mi forma de ver la vida, a verla al revés, en realidad de la forma correcta. Las Escrituras se convirtieron en “lámpara … a mis pies …, y luz para mi camino” (Salmos 119:105, LBLA). Descubrí que Dios es un Padre-Madre tierno; como describe Ciencia y Salud: “El Dios de la Ciencia Cristiana es el Amor divino, universal, eterno, que no cambia, y que no causa el mal, la enfermedad ni la muerte” (pág. 140). Dios es verdaderamente luz; no hay oscuridad en Él.

Las cualidades de Dios, el Espíritu, se reflejan perfectamente en el hombre, creado a Su imagen y semejanza. Dios no es negligente ni olvidadizo, sino la única inteligencia verdadera, la que creó todo y lo declaró muy bueno. Por ser Sus hijos, somos incorpóreos, incorruptibles, espirituales, inseparables del Principio divino.

Llegué a comprender que cualquier cosa que no sea una cualidad de Dios, el bien, no puede de ninguna manera ser parte de los hijos de Dios. Esto incluye la corrupción o cualquier otra depravación moral.

A pesar de que había dejado el servicio civil, mi padre continuó siendo útil localmente, al servir a Dios expresando diariamente sus cualidades espirituales. Fundamentalmente, nuestro verdadero empleo proviene de Dios e implica ser útiles a los demás a través de la expresión de cualidades como la diligencia, la honestidad, la constancia, la ayuda, la paciencia y el amor por el trabajo bien hecho. Y la promesa de Dios permanece: “El obrero es digno de su salario” (Lucas 10:7).

Armado con esta comprensión, obtuve la certeza completa y total de que Dios proveía la compensación de mi padre.

Pronto, sin haber pagado nada a los funcionarios, recibimos información. El contador provincial que tenía las asignaciones de los jubilados había programado un desembolso lejos de la capital de la provincia, sin informar a un gran número de los jubilados. Con la ayuda de Dios, viajamos a ese lugar. A mi padre le pagaron y le siguen pagando su pensión hasta el día de hoy, y este problema también se resolvió para sus otros colegas de la región, que habían tenido los mismos problemas que él.

Me regocijo de haber sido testigo de la poderosa mano divina, el “Principio divino, el Amor, que subyace, cobija y envuelve todo el ser verdadero” (Ciencia y Salud, pág. 496). Solo Dios es el poder que resuelve nuestros problemas sin falta.

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