En medio de una situación desafiante, puede ser difícil encontrar una luz de esperanza. Podemos sentirnos como Jonás en el vientre del pez cuando le dijo a Dios: “He sido expulsado de delante de tus ojos; sin embargo, volveré a mirar hacia tu santo templo. Me rodearon las aguas hasta el alma, el gran abismo me envolvió” (Jonás 2:4, 5, LBLA).
Jonás cambió su actitud y se salvó de convertirse en alimento para peces. Luego predicó con éxito a la ciudad de Nínive, inspirando a la gente a arrepentirse de su rechazo al único Dios.
La Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, experimentó muchas pruebas y triunfos al sanar, enseñar su método de curación, predicar y fundar una iglesia. El crecimiento de su iglesia llevó a que fuera objeto de ataques, tal como la demanda presentada por un pequeño grupo de miembros de su familia. Afirmaban que ella era incapaz de manejar sus asuntos (y sus ya considerables recursos financieros), atacando así indirectamente a la iglesia que había fundado y sus enseñanzas. Ella demostró que estas afirmaciones eran infundadas y la demanda fue desestimada.
Tales experiencias probaron la veracidad de muchas declaraciones que se encuentran en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Un pasaje dice: “Los desafíos enseñan a los mortales a no apoyarse en un báculo material, una caña cascada, que traspasa el corazón. Apenas recordamos esto cuando brilla el sol de la alegría y la prosperidad. … Los desafíos son pruebas del cuidado de Dios. El desarrollo espiritual no germina de la simiente sembrada en el terreno de esperanzas materiales, sino que cuando estas decaen, el Amor propaga de nuevo las alegrías más elevadas del Espíritu, las cuales no tienen macula terrenal” (pág. 66).
Todos experimentamos desafíos de algún tipo junto con oportunidades para superarlos. Estos son la base de inspiradores relatos a lo largo de la historia, desde las narraciones bíblicas antiguas hasta las experiencias actuales compartidas en los dramas televisivos. Me ha llevado muchos años apreciar el crecimiento espiritual que se produce a través de las experiencias difíciles.
Las interrupciones en mi carrera a menudo han exigido que me concentrara profundamente en las soluciones espirituales. Por ejemplo, una vez trabajé para una institución en la que me presionaron para que me fuera debido a grandes problemas entre el jefe de la organización, a quien me reportaba, y la junta directiva. La forma en que se manejó la situación pareció ser puramente política, y no se basó en el desempeño laboral. De hecho, mi buen trabajo fue reconocido. Me quedé, pero temía no tener empleo por mucho tiempo más, lo que resultó ser el caso. Empecé a buscar un nuevo puesto.
El esfuerzo mental necesario para protegerme contra el resentimiento y el temor por el futuro, así como para amar a mis aparentes enemigos, era muy exigente. Muchas ideas de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy fueron de gran ayuda en mis oraciones, como esta declaración acerca de Dios de La unidad del bien: “El nos compadece. Él tiene misericordia de nosotros y dirige todas las actividades de nuestra vida” (Mary Baker Eddy, págs. 3-4). También me aferré a esta guía del libro de Isaías: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (41:10).
La amenaza de que me echaran de mi trabajo no me molestaba tanto como el conflicto de intereses por parte de una persona involucrada en particular. Una vez más, la Biblia fue de gran ayuda. Las pruebas de José y Daniel, y especialmente el ejemplo de Cristo Jesús al amar a sus enemigos, fueron muy inspiradores, al igual que el artículo “Amad a vuestros enemigos” de Escritos Misceláneos 1883-1896, escrito por la Sra. Eddy (véanse págs. 8-13). Describe a los enemigos como nuestros mejores amigos porque nos obligan a crecer espiritualmente y plantean exigencias a nuestro amor que nuestros amigos tal vez no le hagan.
Haber experimentado la verdad de este concepto en el pasado me ayudó a confiar en que Dios proveería “mesa delante de mí en presencia de mis enemigos” (Salmos 23:5, LBLA).
Por eso, cada vez que era tentado a sentirme resentido, revisaba el pensamiento y lo reemplazaba con gratitud por el bien que mi aparente enemigo y la situación difícil le hacían a mi crecimiento espiritual. A menudo le pedía a Dios que me mostrara cómo amar, qué significaba eso en cada situación y cómo sentirlo y demostrarlo.
Si bien no encontré un nuevo puesto de inmediato, el proyecto de trabajo que estaba liderando en mi antiguo empleo se retrasó y me dieron un par de proyectos especiales además de mis responsabilidades habituales. Mi antiguo jefe, que rápidamente encontró otro trabajo, amablemente hizo averiguaciones por mí y me informó de una vacante perfecta en una organización más grande en otro estado. Me entrevistaron, me contrataron y trabajé allí durante muchos años. Todo este desafío fue, de hecho, una prueba del cuidado de Dios.
Cada vez que escuchamos a Dios y nos enfocamos en el crecimiento espiritual y la curación —en lugar de ceder a la desesperación, la justificación propia o la ira— triunfamos y avanzamos.
    