Un día noté un crecimiento debajo de mi brazo. Con el correr de los días, oré por mi salud como siempre, sin pensar mucho en eso. Continué orando sabiendo que Dios tiene todo el poder en mi vida. Me sentí en paz. Durante las siguientes dos semanas, sentí dolor y molestia debajo del brazo, y luego desaparecía.
Poco después, fui a ducharme y noté que tenía una zona inflamada y de color oscuro debajo del brazo. Pasaron dos días y fue cuando decidí pedir ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana.
Me di cuenta de que estaba hipnotizada por los síntomas y que le estaba dando realidad a la afección. Había aprendido que, cuando oramos por alguna situación en la Ciencia Cristiana, es importante afirmar nuestra naturaleza espiritual que se expresa en armonía y perfección. No es muy útil estar mirando la condición física, tocarla o preocuparse por ella.
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