En 2010, encontré la Ciencia Cristiana, donde llegué a conocer la oración espiritualmente científica basada en el siguiente concepto: “La comprensión a la manera de Cristo del ser científico y de la curación divina incluye un Principio perfecto e idea perfecta —Dios perfecto y hombre perfecto— como base del pensamiento y la demostración” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 259).
A partir de entonces, comencé a asistir con regularidad a los servicios dominicales de la Ciencia Cristiana y a las reuniones de testimonios de los miércoles para conocer mejor mi relación con Dios. Como resultado, a través del estudio de Ciencia y Salud y la Biblia, y con las oraciones de un practicista de la Ciencia Cristiana, he experimentado innumerables curaciones y bendiciones.
Quiero compartir una de mis experiencias de curación.
Un día de septiembre de 2021, sentí síntomas de fiebre, dolor corporal y escalofríos. Oré por mí misma usando las ideas que había aprendido en la Ciencia Cristiana, pero por la noche todavía me sentía muy incómoda, así que me comuniqué con un practicista y le pedí que orara por mí.
Él compartió conmigo este pasaje de la Santa Biblia: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:27, 28). Estos versículos me dieron la seguridad de que, debido a que fui hecha a imagen y semejanza de Dios, ya tenía dominio sobre esos síntomas.
Cuando me desperté a la mañana siguiente, todo mi cuerpo estaba cubierto de marcas rojas y tenía fiebre alta. Estaba preocupada porque había tenido síntomas similares en mi infancia, y había tardado un par de meses en superarlos bajo tratamiento médico.
Una charla más profunda con el practicista me animó a reclamar mi pureza y valentía, que provienen de Dios y están incluidas en Su reino, donde todos vivimos realmente. Mi pureza jamás puede ser invadida o corrompida, y “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).
También consideré esto de Ciencia y Salud: “La enfermedad, lo mismo que otras condiciones mentales, surge por asociación. Puesto que es una ley de la mente mortal que ciertas enfermedades debieran ser consideradas como contagiosas, esta ley obtiene crédito a través de la asociación, evocando el temor que crea la imagen de la enfermedad y su consiguiente manifestación en el cuerpo” (pág. 154). Razoné que, puesto que Dios, el bien, llena todo el espacio, sólo el bien puede propagarse, no nada malo tal como una infección o picazón; por lo tanto, estos síntomas no formaban parte de mi verdadero ser.
En tres días, estaba completamente libre de todos esos síntomas. Doy gracias a Dios por esta curación y por Su gracia.
Sushma Sharma
Mohali, Punjab, India
    