He tenido curaciones y experiencias maravillosas a través de la Ciencia Cristiana, incluso en situaciones en las que la medicina material no ofrecía ninguna solución.
Hace muchos años, cuando todavía estaba activo en una orquesta, tenía dolor en la espalda, que sentía que era causado por las sillas incómodas. Aunque era estudiante de la Ciencia Cristiana, en esta ocasión fui a un ortopedista, cuyas inyecciones y masajes no me ayudaron, y que me remitió al hospital cercano, donde me limpiaron y enjuagaron el canal medular. Al principio, me sentí mucho mejor y el dolor se hizo soportable. Entonces el cirujano me dijo que tenía un amigo que era especialista en la clínica de la universidad, donde podrían ayudarme más.
El médico me realizó siete operaciones en el transcurso de dos años, pero no sirvieron de nada. Para mayor estabilidad, implantaron pequeñas placas de titanio. Antes de darme el alta, el médico que me estaba tratando dijo que no podían hacer nada más por mí y que ya no podría correr, pararme o caminar sin dolor. Tendría que pasar la mayor parte de mis días acostado.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!