Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

La cuestión de la materia

Del número de octubre de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 28 de marzo de 2024 como original para la Web.


Había estado postrada en cama durante un mes con fiebre palúdica. Los médicos amablemente me dijeron que no había nada que pudieran hacer para ayudar, y los métodos alternativos de curación no habían traído alivio. Pero tenía la esperanza de que este no sería el final de la historia. Había llegado al punto en el que quería, más que nada, comprender quién y qué era yo realmente. 

Eran cerca de las dos de la madrugada y la cuestión de mi identidad me mantenía despierta. Con la mirada fija en la pared del dormitorio, pensé en una teoría de la física cuántica, según la cual un átomo no existe necesariamente en un estado u otro, sino que puede estar en todos sus estados posibles a la vez, y que solo toma una forma particular cuando alguien lo observa. Para mí, esto apunta a la idea de que todo es en realidad consciencia.

Mi pensamiento se dirigió a un libro que había estado leyendo sobre el cristianismo primitivo, que me recordó el heroísmo espiritual que me había atraído de niña a Cristo Jesús y a los apóstoles. Comencé a reflexionar: ¿Qué pasaría si Jesús y aquellos primeros cristianos hubieran demostrado que la sustancia es el Espíritu cuando sanaban condiciones físicas? ¿Qué pasaría si las curaciones registradas en los Evangelios fueran ejemplos del poder de la consciencia iluminada?

Mirando fijamente esa pared, pensé en qué tipo de consciencia podría llenar todo el espacio. No podía ser una mera opinión humana o un sentido personal de la realidad. Tendría que ser algo siempre verdadero; no estancado o definido por condiciones materiales. 

En mi pensamiento, quité capas de creencias de la misma manera que se pela una cebolla, descartando las interpretaciones temporales, de segunda mano y limitadas que había aceptado, hasta que únicamente quedó una cosa de la que podía estar segura: el Amor. No solo el afecto humano (aunque ciertamente, la bondad y el cuidado reflejaban este Amor), sino el Amor que siempre estaba ahí, siempre había estado ahí, y que lo impregnaba y lo abrazaba todo. Sintiéndome repentinamente relajada, me di la vuelta y me quedé dormida.

Por la mañana, cuando me desperté, me sentí ligera y libre, como un niño en la primera mañana de verano, con una brisa fresca que me invitaba a jugar. La fiebre había desaparecido. Y entonces me vino el pensamiento: “¿Qué pasó anoche? ¿En qué estaba pensando?”.

Recordé mi razonamiento en medio de la noche, pero ahora lo que me vino a la mente fue algo que había aprendido de niña, pero en lo que no había pensado en muchos años: “la declaración científica del ser” del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo. El Espíritu es la Verdad inmortal; la materia es el error mortal. El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual” (pág. 468).

Durante años, había pensado que la materia era simplemente de lo que estaba hecha yo, así como todo lo que hay en el universo. Si bien apreciaba la creencia en el valor del sentido espiritual (y había buscado en muchos lugares formas de conectarme con él), la materia era primordial. Había cambiado la confianza de un niño en Dios como Todo-en-todo por lo que un adulto podía ver, oír, sentir y encontrar corroborado por las opiniones de la ciencia material y la medicina. 

Pasaron 15 años y muchas enfermedades, pero finalmente empecé a cuestionar mi premisa. Mi deseo de verdad había abierto mi pensamiento hacia una comprensión más elevada, y esa comprensión —esa consciencia divina— me había hecho libre. 

Se demostró que estas palabras de Ciencia y Salud eran ciertas: “Por medio del discernimiento del opuesto espiritual de la materialidad, o sea, el camino mediante el Cristo, la Verdad, el hombre reabrirá con la llave de la Ciencia divina las puertas del Paraíso que las creencias humanas han cerrado, y él mismo encontrará que no ha caído, que es recto, puro y libre” (pág. 171).

Por muy tentador que pueda ser comenzar con la aparente evidencia exterior, o pensar que debe desempeñar algún papel en la naturaleza del ser, el hecho demostrable es que el sentido material es un error, y el Espíritu, la Mente, es supremo en todas las situaciones y condiciones. Al encontrarse a uno mismo sanado por el Espíritu, se vuelve irrazonable regresar a una comprensión menos completa y santa de la identidad. El Espíritu no es una especie de auxiliar o suplemento para mejorar una vida esencialmente material. El Espíritu resulta ser la única sustancia a considerar. 

Esta experiencia me abrió los ojos a la necesidad de comenzar con el Amor, de comenzar con lo que Dios es y está haciendo, y de confiar en que la Verdad proporciona una comprensión mucho mejor de quién soy y de lo que realmente está pasando.

El intento de responder a la pregunta “¿Qué es la materia?” resulta ser el intento ignorante de lo que Pablo llamó la mente carnal de justificarse a sí misma. Una vez que Dios —el Amor divino, la Mente infinita, el Espíritu incorpóreo, la Verdad suprema— entra en la ecuación, la materia se ve como lo que es: una falsificación de la Vida real.

Este himno describe la obra que tenemos por delante y el inmenso alivio —y alegría— de encontrar lo que es real:

De la materia al Alma es mi sendero,
     de inquieta sombra a dulce claridad;
y es tal la realidad que yo contemplo,
     que canto: “¡He hallado la Verdad!”
         (Violet Hay, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 64, © CSBD)

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / octubre de 2024

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.