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EN EL MOMENTO MISMO, EN ESE PRECISO INSTANTE

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 18 de julio de 2014

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 24 de mayo de 1958


Puesto que Dios es el bien infinito por toda la eternidad, nunca hubo un instante cuando alguna fase del mal haya podido afianzarse dentro de esta infinitud. La universalidad eterna del reino de Dios, donde moran a salvo todas las manifestaciones de Dios, no puede ser invadida. El mal —por siempre hipotético y falso— no tiene ninguna capacidad para relacionarse con Dios, o con nada que sea de Dios o esté en Él. Todo pensamiento, condición o sentido de personalidad del mal, permanece para siempre fuera de la totalidad de Dios, en la nada de la falsedad.

En estas simples verdades están las respuestas a los múltiples aspectos de las mentiras del mal, el cual sugiere con mucha persistencia que de alguna manera, en el pasado, ha irrumpido por las puertas de la infinitud de Dios y encontrado allí un punto donde afianzarse. A partir de ese comienzo hipotético, el mal pretende haber iniciado un proceso sumamente agresivo en contra de la vida del hombre, con el cual ahora puede atormentarlo.

Pero el mal, la mente material y mentirosa, no puede hacer otra cosa más que mentir. No conoce verdad alguna para contar. Cuando repetidamente afirma que en el pasado causó, personificó y afectó adversamente lo que llama nuestra historia material, cada una de sus declaraciones es falsa. No hay evidencia que sustente sus pretensiones, excepto el testimonio de su propio sentido material, el cual jamás debe creerse. El mal mentiroso cuenta sus mentiras a sus propios estados hipotéticos de pensamiento, y ciegamente cree haber probado su caso cuando dice que su mentira expresa la verdad.

“La verdadera teoría del universo, incluso el hombre, no está en la historia material, sino en el desarrollo espiritual”, escribe Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, en la página 547 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, el libro de texto de esta Ciencia.

La mentira número uno del mal es que es una causa creadora, y que nos ha creado a ti y a mí, mediante los procesos de la ascendencia material, para que seamos mortales. Dice que aquí comienza nuestra historia material. La Ciencia Cristiana nos enseña a responderle:

“En el momento mismo cuando dices que fuiste la causa de mi existencia, mientes; puesto que en ese preciso instante Dios, el Espíritu, la Mente, era mi único y exclusivo Padre-Madre, la fuente inagotable y eterna, de todo lo que yo soy.

“Además, en el momento mismo cuando afirmas que me estaban formando materialmente, en ese preciso instante yo existía como la manifestación individual, eterna y espiritual de la Mente única y causativa. Como señala Cristo Jesús; ‘Antes que Abraham fuese, yo soy’. Por eso te digo yo a ti, mal mentiroso, que antes que al pensamiento material le pareciera que la generación material pudiera existir, mi identidad divina a semejanza del Cristo ya había sido divinamente concebida, y coexistía con el Ego eterno, al cual expresa”.

En el momento mismo cuando la mente mortal afirma que las leyes de la herencia material están actuando para afectar a alguien, en ese preciso instante la Ciencia Cristiana proclama que la identidad única del hombre hereda, es decir, recibe de la causa perpetua de su ser, todas las facultades, todas las cualidades, todas las habilidades inherentes a su eterna condición de hijo de su Hacedor, la Mente que es el Padre. El Predicador percibió la inmutabilidad espiritual y eterna del hombre cuando dijo: “He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá” (Eclesiastés 3:14). En esta verdad radica la integridad y seguridad que Dios le ha otorgado al hombre.

Si el único mentiroso sugiere con insistencia que otro mortal, muy querido para nosotros, ha muerto y que nos ha embargado una pena muy grande, ¿cuál es la respuesta de la Verdad? La siguiente: que en el momento mismo cuando parecía que ese suceso tenía lugar en nuestra vida, o en la de otro, en ese preciso instante el único hecho era y es el universo inviolable de Dios, de la Vida indestructible, y sus identidades eternas. En este universo, la mente mortal y su sentido perecedero de la individualidad mortal, con su nacimiento y muerte, son desconocidos. La única realidad era y es la inquebrantable continuidad de la manifestación divina, en la cual toda expresión individual de la Vida, Dios, debe permanecer por siempre inseparable de todas las demás en la sinfonía eterna del Amor indivisible.

Si en alguna parte en su imagen de ensueños de la historia material, el mal declara que ha hecho a un mortal, y que después lo tentó con el pecado y lo esclavizó, ¿cómo podrá el ser humano liberarse de esa esclavitud? Por medio del sentido espiritual que Dios le ha dado puede descubrir y comprender que el único hombre que existe, jamás fue concebido materialmente, jamás fue tentado o esclavizado por el pecado. Porque en el momento mismo cuando el único mentiroso argumentaba que esa serie de acontecimientos humanos estaban ocurriendo, en ese preciso instante Dios era la continua e inmaculada Alma y Vida de toda individualidad. La individualidad real siempre estuvo fuera de la mente mortal, que es inerte y carente de inteligencia, y de su sustrato, la materia. Ese ser real ha estado siempre en la Mente inmaculada e inteligente, perfectamente satisfecho con su identidad pura que manifiesta a Dios.

Estos hechos espirituales demostrables no solo deben reclamarse con persistencia, sino que deben sentirse, amarse y vivirse. En la proporción que se haga esto, el falso concepto material acerca del origen y su consecuencia, la historia material, necesariamente disminuirán. Entonces, poco a poco, saldrá a la luz la continuidad inquebrantable del hombre como el testigo eterno de Dios, exento de nacimiento, pecado y muerte.

Con frecuencia, una dolencia física argumenta haberse originado con alguna experiencia desagradable en lo que el mal dice que es nuestra historia material pasada. Tensión, temor, irritación, pensamientos sombríos, mórbidos o de crítica, son algunas de las mentiras con que el mal pretendería afligirnos. ¿Pero qué está hablando y qué está escuchando esas mentiras? Solo la mente falsa y material. ¿Acaso su confusa gama de opiniones negativas ha suplantado por un instante la armonía infinita y eterna de la totalidad de Dios, el bien? No. Dios, el gran YO SOY, está siempre haciendo que todos Sus hijos Lo expresen.

En el momento mismo cuando la serpiente habla a un estado de pensamiento propenso a las cosas materiales, en ese preciso instante Dios es la única Mente. En realidad, ni Dios ni el hombre jamás tienen temor, jamás sienten o conocen ninguna sugestión aflictiva del maligno. La hipotética fuerza de estas sugestiones se evapora en el vacío de la falsedad del error; y esto es lo que de hecho ocurre con toda la suma de sugestiones que pretenden constituir la historia material.

Un caso de demencia, que llevaba algunos años, fue sanado cuando se comprendió la realidad espiritual de que el paciente nunca había nacido ni estado incorporado en la materia. Por lo tanto, sus facultades mentales nunca habían sido afectadas por el impacto que sufriera al caer de un caballo, lo que resultó en una lesión en el cerebro material. Ese episodio no era otra cosa más que un cuadro dibujado por el mal. Fue una escena en la historia material de un mortal que la mente material mentirosa decía que era la identidad de ese individuo. El Espíritu, Dios, no había tenido nada que ver con ese episodio, por eso el cuadro no podía se verdadero. La demencia tuvo que ceder ante la comprensión de que las facultades del hombre que provienen de la Mente son tan inmunes a las sugestiones malévolas, como la Mente que crea dichas facultades.

El mal pretende relacionar muchos trastornos físicos y mentales con las relaciones humanas discordantes que hay en los hogares, la sociedad, los negocios, todos ellos inherentes a la historia material de los hombres. Pero una vez más el mal está construyendo su caso sobre premisas totalmente falsas, a saber: que la mente material es el creador del hombre, que erróneamente lo impulsa a tener relaciones que resultan en fricción, opresión, injusticia, animosidad, y producen enfermedades mentales o físicas.

Si alguien que está tan perturbado quisiera liberarse de esos males, deberá asimilar esta verdad que la Sra. Eddy afirma en Ciencia y Salud: “El fundamento de la discordia mortal es un sentido falso del origen del hombre. Empezar correctamente es terminar correctamente” (pág. 262). Lo contrario es igualmente cierto: comenzar mal es terminar mal. La Ciencia de la Vida requiere que uno comience su razonamiento correctamente, tanto en el tema de las relaciones como en todos los otros temas.

Los problemas que surgen de las relaciones discordantes tienen su respuesta en las realidades eternas de la existencia. En el momento mismo cuando el mal pretende que transformó a alguien en su títere mortal, y no tuvo una buena relación con otros mortales y causó desarmonía, ¿cuál era la única realidad existente? Simplemente esta: que en ese preciso instante el único y verdadero Dios estaba causando todas las manifestaciones de Sí Mismo, dándoles una identidad, y las estaba relacionando a todas entre sí con inteligencia, de acuerdo con el designio del Amor.

Para que haya orden y unidad en el reino eterno e infinito de Dios, ¿acaso no tiene el Padre de todos que relacionar por siempre y armoniosamente a todas las ideas las unas con las otras? ¿No afirma Pablo, con sencillez, la inmutable verdad concerniente a las relaciones, de la siguiente manera: “Vosotros… sois juntamente edificados para morada de Dios”? (Efesios 2:22).

¿No están todos los hijos de Dios eterna y armoniosamente emparentados con Él, y por medio de Él, sabia y pacíficamente relacionados los unos con los otros, conociéndose y regocijándose cada uno en el estado que el Amor ha ordenado para él?

Todo aquel que está dispuesto a usar coherentemente el sentido espiritual que Dios le ha otorgado para descubrir la armonía que ya existe y que caracteriza a la familia universal de Dios, puede comenzar a percibir que está libre de la mentira del mal de que él es, o que alguien ha sido alguna vez, un mortal con relaciones muy desdichadas, puesto que dicha individualidad no le pertenece ni a él ni a su hermano.

Descubrirá que la fuente básica de su problema, no es su hermano, sino su propio concepto errado e ignorante de Dios y el hombre, de causa y efecto. El Cristo, la verdadera idea de Dios y el hombre, será para él su Salvador a medida que ilumine su consciencia con la comprensión de la paternidad de Dios, expresada en la fraternidad de los hombres. “En la morada de chacales, en su guarida, será lugar de cañas y juncos” (Isaías 35:7).

La Ciencia Cristiana está aquí para ayudar a los hombres a encontrar y demostrar el monoteísmo puro que Cristo Jesús enseñó. O sea, un único Dios infinito, bueno y eterno, que incluye al hombre, individual y colectivamente, en Su reino inviolable. A medida que nos aferramos firmemente a esta verdad, comprendemos que, independientemente de lo que digan las sugestiones agresivas del mal sobre la proyección del mal en nuestra vida, esas sugestiones mienten, porque no pueden hacer otra cosa más que mentir.

En el momento mismo cuando el mal pretende tener un punto donde apoyarse en la infinitud de Dios, en ese preciso instante Dios es infinito y es Todo, y la individualidad del hombre es de Dios y está en Dios, para siempre. Nada, sino el Espíritu único, la Mente, puede ser el origen del hombre en todo momento de la eternidad. Dios jamás deja a Su propio hijo librado a las decepciones e infamias de la historia material. Nada puede jamás ser la vida e historia del hombre, salvo aquello que es concebido por la Mente deífica.

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