Era mi último año de universidad, y acababa de regresar a casa para mis vacaciones de invierno cuando, de repente, mi papá falleció. Él era uno de los hombres más amables, pacientes y fieles que he conocido. Fue una gran persona y un papá increíble.
Me sentí muy perdido. ¿Qué iba a hacer sin el hombre que siempre había estado allí para guiarme por la vida? En mayo de ese año, me graduaría de la universidad y no tenía idea de lo que haría después. Quería hacer algo que tuviera un propósito y ayudara a los demás. Mi papá era la persona con la que más quería hablar acerca de los trabajos, pero ahora no estaba aquí.
Durante la primavera de mi último año, oré mucho por ambas cosas, el fallecimiento de mi padre y el empleo después de la universidad. Cuando he tenido desafíos en mi vida, siempre he acudido a Dios en busca de respuestas y consuelo, y los he hallado. Sabía que Dios también me cuidaría esta vez, pero había momentos en que las cosas parecían ser una batalla cuesta arriba. Hubo días en que me sentí muy triste y perdido.
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