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Para jóvenes

El poder de rechazar

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 2 de agosto de 2021


Recházalas. Estaba sola en mi auto cuando escuché las palabras.

Recházalas. ¿Eran una respuesta a la oración? Después de todo, había estado orando. Pero realmente no sabía lo que significaban esas palabras, así que le pedí a Dios que me ayudara a comprender por qué eran importantes.

Me puse a pensar en cuando vivía en la ciudad de Nueva York y andaba en algunos trenes subterráneos repletos de gente. Si dejas que los otros pasajeros te empujen cuando estás parado en el metro en movimiento, podrías caerte. Tienes que mantenerte firme y empujar suavemente hacia atrás. Lo suficiente como para que no te empujen.

Pero ¿qué se suponía que debía rechazar ahora?

Entonces recordé una curación que había tenido unos años antes. Como de costumbre, había comenzado mi día leyendo la Lección Bíblica semanal que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y orando por mí misma. Más tarde, cuando caminaba hacia mi oficina, de repente tuve un dolor intenso en el estómago. Era abrumador y aterrador. Era tan severo que tuve que dejar de caminar. Mientras estaba allí, preguntándome qué sucedía, me vino a la mente esta frase: “sugestión mental agresiva”.  

Mi primera reacción fue que esto ciertamente no se sentía como algo mental. Se sentía como si algo estuviera físicamente muy mal. Pero sabía que esas palabras no habían venido de la nada. Las había leído antes en los escritos de Mary Baker Eddy (Manual de La Iglesia Madre, pág. 42). Y ahora habían venido en respuesta a mi oración en busca de guía y alivio; habían venido de Dios, la Mente divina. Así que, mentalmente, rechacé el dolor y el temor, tomando esta frase una palabra a la vez:

Agresiva. Sí, estas sensaciones eran muy agresivas, y parecían abrumadoras. Pero al considerar esta palabra, de repente comprendí que la agresividad era una táctica de intimidación. ¿De qué otra manera captaría mi atención?

Mental. Aunque este problema ciertamente parecía físico, sabía por mi estudio de la Ciencia Cristiana que en realidad lidiamos únicamente con el pensamiento. Para decirlo de una manera muy simple, en cada situación estamos, o bien, respondiendo a un buen pensamiento de Dios, o necesitamos rechazar un mal pensamiento que está tratando de desafiar la bondad y el poder de Dios. Por lo tanto, reconocer que este dolor en realidad era mental —un pensamiento negativo que podía desafiar— me devolvió algunas opciones, algo de control. Si bien es posible que no parezca capaz de solucionar un problema con mi cuerpo, sabía cómo cambiar mi pensamiento. Y esa palabra mental me dijo que eso era todo lo que necesitaba hacer.  

Fue gracias a la palabra sugestión que comprendí lo que ocurría. Pensé: “Si esto es realmente solo una sugestión, entonces no tengo que escucharla, a pesar de que me está diciendo agresivamente que algo está muy mal con mi cuerpo”.  

Me volví a Dios con toda mi fortaleza, fe y confianza, y le dije: “Sé que Tú no causaste este dolor, así que veámoslo desaparecer. Ahora. Después de todo, las sugestiones no son definitivas”. Y el dolor se fue. Así no más, me pude enderezar y caminar. El dolor nunca regresó, y aprendí una lección importante sobre cómo rechazar las sugestiones mentales agresivas.

Entonces, ¿qué pasa con el pensamiento de “recházalas” que me vino en el coche? Después de reflexionar sobre mi curación anterior, me di cuenta de que esa mañana había estado aceptando todo tipo de sugestiones mentales agresivas sobre mí y los demás. Sugestiones que parecieron muy reales hasta que recibí el mensaje de Dios para desafiarlas. Así que las rechacé con toda la autoridad de la Verdad, con plena confianza en el bien, y me di cuenta de que en realidad eran solo eso: sugestiones. Y observé como, en cambio, una por una, se fueron disolviendo ante la luz del bien que yo sabía que era realmente verdadera, y estaba presente.

Una de las cosas que me encanta de ser Científica Cristiana es la fortaleza que me ha dado la Ciencia Cristiana para desafiar cada pensamiento que no es correcto o bueno. De saber que no tengo que aceptar estas sugestiones como reales o autoritarias; que ninguno de nosotros tiene que hacerlo. Ya sea que nos venga una sugestión disfrazada de odio por uno mismo o desaliento, incluso enfermedad, a medida que rechazamos cualquier cosa que no se origine en Dios, como Jesús prometió, “huirá de ustedes” (Santiago 4:7, NTV). Tal como el dolor hizo conmigo. Al igual que esos pensamientos negativos en el auto esa mañana.

Así como aprendí a viajar en el metro, necesitamos mantenernos firmes y rechazar cualquier cosa que nos moleste; tenemos la firmeza y la fortaleza de Dios para hacerlo. Y cuando lo hagamos, descubriremos que el resultado es lo que todos queremos: la curación.

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