Una de las verdades más profundas de la Biblia se expresa en esta pregunta: “¿No lleno yo los cielos y la tierra? —declara el Señor” (Jeremías 23:24, LBLA). Responder a ella correctamente y con comprensión espiritual, puede llevar a la inspiración que sana rápida y completamente. Muchas veces, cuando he luchado con alguna incomodidad o desarmonía en el cuerpo, esta declaración me ha servido de ayuda. Cuando he respondido a esta pregunta con decisión y afirmativamente, esta verdad ha roto el mesmerismo de pensar habitualmente en el cuerpo y sus numerosas pretensiones de disfunciones, inflamación y dolor. Revela que todos estamos, en realidad, llenos de la bondad espiritual de Dios y Su Cristo.
En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy define al Cristo como “la divina manifestación de Dios, que viene a la carne para destruir el error encarnado” (pág. 583). Jesús personificó al Cristo y nos mostró que esta influencia divina está activa en la consciencia humana. A través del poder del Cristo, su naturaleza divina, hizo más obras sanadoras espirituales que ningún otro haya hecho jamás.
Estas curaciones se explican de esta manera en Ciencia y Salud: “Son la señal de Emanuel, o ‘Dios con nosotros’, una influencia divina siempre presente en la consciencia humana y repitiéndose a sí misma, viniendo ahora como fue prometida antaño:
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