Se trataba de un compositor que se había declarado en quiebra; un hombre profundamente deprimido y ridiculizado como un “idiota alemán”. No obstante, un día, un amigo lo visitó y le preguntó si le gustaría escribir música para acompañar los versículos de la Biblia que habían sido compilados en un libreto. Más tarde, otra persona le preguntó si compondría música para una actuación benéfica. Inspirado por las palabras de las Escrituras que se usaban como texto, junto con una solicitud para que la interpretara, este compositor, George Frideric Handel, comenzó a escribir la música. Escribió y escribió, y en 24 días había escrito las 260 páginas de lo que se llamó El Mesías.
Cuando este oratorio se tocó por primera vez, hubo cierta controversia, pero fue bastante bien recibido. Y algunos han dicho que cuando más tarde se interpretó en Londres, el rey Jorge II asistió y terminó levantándose durante las primeras notas del coro “Aleluya”. Esto ha sido una tradición desde entonces.
Durante siglos, actuación tras actuación, cuando se canta esta pieza musical eterna continúa tocando el corazón. No sólo porque está bellamente escrita, sino por el significado de las palabras y la reverencia por Dios y Su Hijo.
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