Hace más de una década, mi esposo mordió una manzana, lo que hizo que uno de sus dientes delanteros se desplazara. Una visita al dentista reveló que no se podía salvar el diente. Ahora había una brecha antiestética en su radiante sonrisa.
Una radiografía mostró que el hueso que había sostenido el diente ya no existía y por esa razón se había caído. Eso significaba que no era posible colocar un implante dental. El dentista sugirió colocar un aparato de ortodoncia para realinear los dientes, pero advirtió que los de ambos lados de la brecha no se podían juntar por completo debido a la falta de hueso en la base; la brecha podría, a lo sumo, minimizarse. Le dijo a mi esposo que siempre tendría una brecha, aunque no estaba seguro de cuán grande sería.
Mi esposo no es estudiante de la Ciencia Cristiana, pero cuando mencionó este pronóstico, mi pensamiento fue directo a Dios. Sabía que en Dios nada faltaba; por lo tanto, nada faltaba en Su creación, el hombre. Los hijos de Dios no tienen huecos, agujeros, vacíos ni carencia de ningún tipo.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!