El año pasado, en Navidad, me desperté una mañana sintiéndome muy enfermo con síntomas similares a los de la gripe. Sin embargo, a medida que avanzaba el día, estaba lleno de maravillosas expresiones de amor, gratitud y curación por mi familia. A la noche siguiente, estaba cocinando la cena y completamente libre de todos los síntomas de la enfermedad. ¡Estaba extremadamente agradecido por este rápido cambio y por el gran cuidado de Dios por mí!
No obstante, al día siguiente, una parienta dijo intencionalmente algo falso y cruel acerca de mí a los demás, lo que me enojó mucho. Al final del día, comencé a sentirme mal de nuevo. En los días siguientes, los síntomas similares a la gripe regresaron y se intensificaron. A pesar de todo esto, nunca sentí ningún temor. Lo que sentí fue la necesidad de perdonar y amar a mi parienta.
Cristo Jesús nos dijo: “Ámense unos a otros” (Juan 13:34, NTV), y además enseñó: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44).
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