La Ciencia Cristiana, la Ciencia del Cristo, el Consolador prometido por Cristo Jesús, nos enseña muchas cosas maravillosas. Es decir: cómo proteger el pensamiento contra cualquier cosa que se oponga al Cristo, la Verdad, y cómo identificarnos a nosotros mismos y a los demás como las ideas espirituales de Dios: tiernamente alimentadas, apreciadas, protegidas, cuidadas y amadas por nuestro divino Padre-Madre.
Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana también nos muestran cómo amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos e incluir a toda la humanidad en el mismo afecto. Estamos llamados a orar por nuestros seres queridos, nuestras familias y nuestras comunidades. Por ejemplo, a mí me gusta incluir en mis oraciones a los niños de mi localidad comúnmente llamados “niños de la calle”, que ya no viven con sus familias.
Una vez fui testigo de las bendiciones de dicha oración cuando estaba en una parada de autobús de la ciudad. Un grupo de niños de la calle me rodearon y me pidieron dinero. Mientras les explicaba que no tenía nada encima, uno de ellos que estaba a mi izquierda metió la mano en mi bolso para llevarse lo que pudiera encontrar.
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