Hace un par de años, de camino a casa después de una conferencia de la Ciencia Cristiana, el tráfico en el que estaba en una concurrida carretera interestatal se detuvo. Al mirar por el espejo retrovisor, vi que el camión que venía atrás no se detendría a tiempo. De inmediato, dejé de mirar el espejo y dije en voz alta: “¡No! ¡No hay accidentes en el reino de Dios!”. Mientras mi auto era chocado y lanzado a la medianera, evitando colisiones con otros vehículos, pero volteándose y luego cayendo hasta detenerse, estuve afirmando una y otra vez: “Estoy a salvo bajo el cuidado de Dios en este momento”.
Me encontré sentado en el techo dentro del auto dado vuelta, con un ejemplar de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy a mi lado. Tomé el libro y salí por la ventana trasera mientras la gente me ofrecía su ayuda. Llamé a mi esposa y a mi madre para que me apoyaran. Mi madre, que se dirigía a su casa después de la misma conferencia de la Ciencia Cristiana, me aseguró que estaba bien y que nunca había estado fuera del cuidado de Dios.
Los socorristas llegaron rápidamente al lugar para ayudar. Hicieron su trabajo examinándome, demostrando un gran amor y bondad. Gentilmente me negué a ir a la sala de emergencias, explicando que quería ir a casa con mi familia.
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