Una mañana, hace unos años, me desperté muy temprano. Era inusual para mí estar completamente despierta a esa hora. Sin embargo, en lugar de preguntarme por qué, me sentí inspirada a orar.
Repetí en silencio un poema de Mary Baker Eddy titulado “La oración vespertina de la madre”. El primer versículo dice:
Gentil presencia, gozo, paz, poder,
divina Vida, Tuyo todo es.
Amor, que al ave Tu cuidado das,
conserva de mi niño el progresar.
(Escritos Misceláneos, pág. 389)
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