Me gustaría compartir una curación que experimenté hace unos diez años. No sé cuál era el problema, pero un día mi cuerpo pareció dejar de funcionar. No podía pensar con claridad, no podía leer y necesitaba ayuda con casi todo.
Mi esposo se alarmó cuando me encontró así por primera vez y yo no reaccioné. Llamó a un practicista de la Ciencia Cristiana y luego a una enfermera de la Ciencia Cristiana. La enfermera vino a nuestra casa esa tarde e inmediatamente recomendó que fuera a un sanatorio de enfermería de la Ciencia Cristiana donde pudiera recibir atención.
Este fue el comienzo de una estancia de dos semanas que cambiaría mi vida. Al principio, estaba consciente de dónde estaba, pero no mucho más. Recuerdo que no tenía miedo. Quería comprender mi unidad con Dios y amar a todos los que me estaban ayudando. Durante los primeros días, no dormí mucho ni hice nada por mí misma, excepto alimentarme, aunque comía muy poco. Pero el amor de las enfermeras y practicistas de la Ciencia Cristiana que fluía a mi alrededor fue una fuerza poderosa: Dios, el bien, en acción.
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