Parecía una buena idea. ¿No estaba siendo afectuosa? Verás, estaba muy preocupada por las decisiones que tomaba alguien cercano a mí y me sentí obligada a hablar sobre esto con él. Pero la conversación no salió bien. Y después, las cosas se tornaron incómodas y sin resolver.
La oración es mi sólido recurso cada vez que tengo dudas, temor, enfermedad o incluso incomodidad. Para mí, la oración es una comunión silenciosa con Dios, quien es Amor y Verdad, la fuente de la justicia y la misericordia. Estos momentos de oración son tiempos de gran humildad, pero siempre resultan en crecimiento espiritual.
¿Qué necesitaba saber? Cuando abrí la Biblia, me encontré con la instrucción del Sermón del Monte: “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mateo 7:1).
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!