Hace unos años, escuché algo inquietante en la radio aquí en Singapur, donde vivo. Alguien compartió una experiencia aterradora por la que había pasado, y los detalles me asustaron. No sabía qué pensar. Me sentía abrumada por los pensamientos sobre lo que había escuchado, y mi felicidad comenzó a desvanecerse. Estos sentimientos incluso afectaron mi rendimiento en la escuela. Decidí orar porque sabía que la oración podía ayudarme.
Empecé a pensar de dónde viene mi felicidad. En la Ciencia Cristiana he aprendido que, puesto que Dios es el único poder, el único creador y el único bien, las cualidades como la alegría provienen de Él, por lo que, ni siquiera los pensamientos aterradores o malos nos las pueden quitar. Mi alegría nunca podría desaparecer porque Dios está siempre presente, de modo que la felicidad y el gozo que expreso siempre deben estar presentes también.
Una forma en que me gusta orar es pensar en esta instrucción de Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Sé el portero a la puerta del pensamiento” (pág. 392).
Esto significa que podemos cerrar la puerta a los malos pensamientos cuando nos vienen, porque no son de Dios. Me di cuenta de que tenía que tener más cuidado con los pensamientos que dejaba entrar.
Cada vez que volvía a pensar en la experiencia de la que había oído hablar y sentía temor, hacía una pausa y reemplazaba esos pensamientos con un pensamiento amoroso de Dios, algo que sabía que era reconfortante y verdadero. Creo que esto es muy importante, porque a veces no somos conscientes de los pensamientos en los que creemos. Y no nos damos cuenta de cuánto afectan la forma en que nos sentimos a lo largo del día.
Dios nos ha dado a nosotros, Sus hijos, el dominio para rechazar cualquier pensamiento impío. La Sra. Eddy explica cómo: “Sabed, entonces, que poseéis poder soberano para pensar y actuar correctamente, y que nada puede despojaros de esta herencia y transgredir el Amor” (Pulpit and Press, p. 3). Rechazar un pensamiento significa que no tenemos que escucharlo ni tenerle miedo. Y dado que estos pensamientos negativos no provienen de Dios, en realidad, no tienen ningún poder, y es por eso que podemos decirles que no y, en cambio, “pensar y actuar correctamente”.
A medida que continuaba “de portero” con mis pensamientos, comencé a sentirme mucho más feliz. Era como si me hubieran sumergido en el amor y la alegría, sentimientos que sabía que eran de Dios. La historia que había escuchado ya no me afectaba y me sentía en paz.
Estoy muy agradecida a Dios por esta curación, y sé que cada vez que me vienen a la cabeza pensamientos que no vienen de Dios, puedo descartarlos porque tengo dominio sobre ellos. Hoy me siento muy cerca de Dios, ¡lo que me hace sentir tan feliz!
Esta experiencia me enseñó a mantenerme alerta a los pensamientos negativos y a asegurarme de aceptar solo los pensamientos que vienen de Dios, el Amor. Si estás luchando con algo similar, tú también puedes enfrentar con firmeza esos pensamientos.
