Hace unos años, escuché algo inquietante en la radio aquí en Singapur, donde vivo. Alguien compartió una experiencia aterradora por la que había pasado, y los detalles me asustaron. No sabía qué pensar. Me sentía abrumada por los pensamientos sobre lo que había escuchado, y mi felicidad comenzó a desvanecerse. Estos sentimientos incluso afectaron mi rendimiento en la escuela. Decidí orar porque sabía que la oración podía ayudarme.
Empecé a pensar de dónde viene mi felicidad. En la Ciencia Cristiana he aprendido que, puesto que Dios es el único poder, el único creador y el único bien, las cualidades como la alegría provienen de Él, por lo que, ni siquiera los pensamientos aterradores o malos nos las pueden quitar. Mi alegría nunca podría desaparecer porque Dios está siempre presente, de modo que la felicidad y el gozo que expreso siempre deben estar presentes también.
Una forma en que me gusta orar es pensar en esta instrucción de Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Sé el portero a la puerta del pensamiento” (pág. 392).
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