Muchos son los discípulos de la Christian ScienceEl nombre dado por Mary Baker Eddy a su descubrimiento (Pronunciado Críschan Sáiens) y que, traducido literalmente, es la "Ciencia Cristiana." que pueden dar testimonio, sin reserva alguna, de que la luz espiritual que Mary Baker Eddy ha vertido sobre las Escrituras, le ha quitado a la muerte, por lo menos, su aguijón; y ¿no será este paso el primero en la derrota completa del "postrer enemigo"? Muchas veces al Científico Cristiano se le oye decir, "¡Es un milagro, la manera en que yo he sido sostenido y consolado por la Verdad!" Otros declaran que la experiencia de ver desaparecer a un ser querido ha sido despojada del terror y del pesar, y que en su lugar se ha sentido una paz inexplicable. La angustia y la soledad han sido apaciguadas por las dulces caricias del Amor divino.
¡Cómo hubiera dado la bienvenida a la Christian Science el gran Apóstol de los Gentiles, cuyas enseñanzas acerca del Cristo siguen resonando los acordes de su poderosa declaración (I. Cor., 15:55–57), que dice: "¿Dónde está, oh Muerte, tu aguijón? ¿dónde está, oh Sepulcro, tu victoria? El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la ley; pero ¡gracias a Dios que nos da la victoria, por medio de nuestro Señor Jesucristo!"
En la Biblia, la palabra traducida como "pecado", lleva, tanto en el hebreo como en el griego, el significado de "perder", como si habláramos de haber perdido el camino—o de haber errado el blanco—de la rectitud y el Principio. De seguro que la humanidad, andando a tientas en las tinieblas del testimonio de los sentidos materiales y tomándolas por la verdad del ser, ha estado perdiendo, durante largos años de hastío, el camino de la espiritualidad, de la armonía y de la paz genuina. Y ¿no será esto un pecado, un extravío, que se puede atribuir al sentido equivocado de la humanidad acerca de lo que constituye la ley? Se supone que los mortales aparecen humanamente por efecto de una ley de la naturaleza, así llamada. Estos mortales se desarrollan materialmente a causa de dicha ley; se maduran, envejecen y mueren en virtud del dictamen de esta ley impía.
En la página 496 de Science and Health with Key to the Scriptures (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras), Mrs. Eddy ha escrito lo siguiente: " 'El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la ley',—la ley de la creencia mortal, que lucha contra las realidades de la Vida inmortal, sí, contra la misma ley expiritual que le dice al sepulcro: '¿Dónde está ... tu victoria?'" Luego, es la aceptación de la supuesta ley de la creencia mortal, lo que hace que los hijos de los hombres pierdan el camino inmortal de la existencia armoniosa; y así como aprendan a echar mano de "las realidades de la Vida inmortal", y a darse cuenta que la muerte y la aniquilación son tan insostenibles en lo que afecta al hombre que expresa a Dios, como lo serían en lo que se refiere a Dios, nuestros temores "al rey de los espantos" quedarán en gran parte disipados.
Ahora bien, la aflicción nos viene cuando creemos que un ser querido ha muerto y que hemos de quedar separados de él; pero la Christian Science enseña que el testimonio de los sentidos materiales que nos presenta este triste cuadro, es tan incierto como cuando nos dice, por ejemplo, que un espejismo visto en el desierto es cosa real. Por supuesto que la experiencia de la muerte y la separación parece ser muy real; pero si es verdad que Dios es Vida eterna, y que el hombre es Su testigo indestructible, o expresión continua, el verdadero hombre no ha muerto jamás, ni por un instante puede estar separado de su Hacedor, ni de las ideas inmortales que forman la bendita familia del Padre celestial. Si esta tesis lleva el sello de la Verdad celestial, ¡cuán vana es nuestra aflicción mortal y cuán infundadas nuestras angustias!
Aquí alguien puede intervenir, diciendo, Pero ¿cómo puede esto mitigar mi pena? ¿Cómo es posible que la aseveración dogmática de que verdadero hombre no le ha pasado nada, pueda llenar el vacío que siente mi corazón adolorido? La Christian Science le exhorta a tal persona que vuelva a su Padre-Madre Dios con la confianza de un pequeño niño, y que ore, como jamás ha orado, para recibir mayor iluminación espiritual. Oigase esta bella descripción de la oración científica, que Mrs. Eddy ha dado en su obra Science and Health (pág. 15): "Para orar como se debe, hay que entrar en el aposento y cerrar la puerta. Tenemos que cerrar los labios y silenciar los sentidos materiales. En el santuario tranquilo de aspiraciones sinceras, tenemos que negar el pecado y afirmar que Dios es todo."
En primer lugar, en nuestra comunión con Dios, el Espíritu, tenemos que hablarle con autoridad a las quejas puramente egoístas y exigirles que callen. El Amor divino está presente, y el Amor es mucho más poderoso que todas las angustias humanas. "¡Callad, y sabed que yo soy Dios!", nos amonestan las Escrituras (Salmos, 46:10). Luego, "en el santuario tranquilo de aspiraciones sinceras"—no los anhelos por cosas materiales, sino los sinceros deseos por la luz espiritual y sanadora,—"tenemos que negar el pecado y afirmar que Dios es todo." Con vigor y gratitud, debemos negar los argumentos infernales e injustos que testifican de la muerte y la separación, pues desde el momento en que Dios lo es todo, y está siempre presente, el mal con todas sus pretensiones diabólicas, jamás puede estar presente.
Apartando nuestra vista de las representaciones de la mente mortal, detengámonos un poco en los hechos espirituales. Por la misma razón de que la Vida no muere, tal como la luz carece de sombras, la persona que ha desaparecido de nuestra vista, no puede haberse ido a la nada, sino que tiene que haberse despertado a otro concepto de la vida. No se puede haber aniquilado, y si hasta el último momento de su estancia en esta fase de la existencia mortal, se ha aferrado a la verdad de que Dios es su Vida, entonces podremos decir de tal persona, como Mrs. Eddy dijo de uno de sus discípulos que pasó de su vista: "Hoy es más sabio, más sano, y goza de mayor alegría que ayer" ( The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany [La Primera Iglesia Científica de Cristo, y Miscelánea], pág. 296).
¡El hombre vive eternamente! ¿Por qué, entonces, comportarnos como si hubiese muerto? El hombre no se ha alejado de los tiernos cuidados del Amor; y todas las ideas de Dios viven inseparables en el Amor. Demos gracias a Dios, aun al través de las lágrimas, por el hecho de que vislumbramos la verdad de esta Vida, que no conoce ni la muerte, ni las angustias. Una paz que sobrepuja todo entendimiento, le viene al corazón que se rinde noblemente a la conciencia del Cristo—aquella realización de la unidad del hombre con el Amor y la Vida infinitos, que trasciende las discordias y los sufrimientos del sentido material. La Christian Science, que es el Consolador prometido, le ha quitado a la muerte su aguijón. Ahora sigamos adelante hasta alcanzar el triunfo completo, cantando con el apóstol: "¡Gracias a Dios que nos da la victoria, por medio de nuestro Señor Jesucristo!"