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El gran hecho espiritual

Del número de abril de 1947 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En el estudio de la Christian Science, es de suma importancia que nos esforcemos, en todo momento, por comprender el significado espiritual de lo que leemos, pues es esta profunda y clara comprensión la que eleva e inspira el pensamiento y produce rápida y completa curación.

Durante muchos años, cierto hombre de negocios estuvo buscando la curación de una seria incapacidad física que padecía. Finalmente, cuando hubo agotado todos los medios y tratamientos materiales, recurrió a la Christian Science en la esperanza de verse aliviado. A su debido tiempo se convirtío en un sincero estudiante de dicha Ciencia e hizo continuos progresos en la adquisición del entendimiento espiritual. No obstante que la deseada curación se demoraba, hizo caso omiso de esto y rehusó desalentarse o descorazonarse. Con frecuencia expresaba valerosamente, para sí mismo y para los demás, el pensamiento de que tan pronto como hubiese obtenido suficiente entendimiento, humildad y amor, le sería posible vencer los males que le acosaban.

Pasó el tiempo y aun no se podía ver cambio alguno en su aspecto físico. Luego, cierto día, mientras estudiaba el libro de texto de la Christian Science, Science and Health with Key to the Scriptures (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras) por Mary Baker Eddy, el estudiante de repente tropezó con la dinámica declaración contenida en la página 428 de dicha obra, que dice: "Hay que sacar a luz la gran verdad espiritual de que el hombre es, no ya que será, perfecto e inmortal." Había leído esas líneas muchas veces antes, pero ahora se le destacaban con sorprendente claridad. Repentinamente se dió cuenta de que mientras había estado asegurándose de que sanaría en su oportunidad, al mismo tiempo había estado virtualmente admitiendo que en la actualidad estaba enfermo. En otras palabras, había estado creyendo que algún día se encontraría perfecto, pero que antes de que pudiera llegar a esa condición, tendría que curarse o cambiar de estado. En fin, había perdido de vista el gran hecho invariable de que "el hombre es, no ya que será, perfecto e inmortal." Ahora percibió y comprendió la verdad vital de que no solamente sería perfecto en lo futuro, sino que su verdadero ser ya lo era, y que siempre lo seguiría siendo. Su curación no tardó en realizarse, como era de esperar.

La verdad que antecede y que ese hombre percibió con toda claridad, se torna aun más aparente y fácil de entender cuando uno está convencido de que en realidad sólo existe un creador y una creación invariables. Tanto el creador como la creación son inmutables y completos, perfectos y permanentes, ahora y para siempre.

Algunos pueden preguntar: "Si el universo es invariable, ¿por qué será que parece que vivimos en un mundo de cambios casi continuos?" Puede contestarse que solamente los sueños cambian; los hechos espirituales no cambian. El sueño despierto que constituye la existencia mortal, puede cambiarse con la misma frecuencia con que se cambian los sueños cuando estamos dormidos, pero ni el sueño que experimentamos despiertos ni el que tenemos cuando dormimos tiene efecto alguno sobre la creación inalterable de Dios.

Lo que más necesita la humanidad es luz espiritual, un mayor entendimiento, a fin de que las cosas puedan ser vistas como Dios las hizo y las mantiene. Hace siglos que esta misma necesidad fué sentida y expresada por Pablo, cuando escribió: "Porque ahora vemos obscuramente, como por medio de un espejo, mas entonces, cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré así como también soy conocido."

Sin duda todos hemos tenido la ocasión de ver a través de lentes obscuros. Vistos a través de tales lentes, la tierra y el cielo pierden su belleza natural y se tornan funestos y tenebrosos. Si una persona siempre hubiese usado lentes obscuros, solamente conocería en parte como es el universo. A fin de ver las cosas como son, lo único que se necesitaría hacer sería quitarse los lentes obscuros, y entonces contemplaría al mundo en su color y hermosura naturales.

De igual manera, para contemplar la creación perfecta de Dios y Su hombre perfecto, no necesitamos intentar cambiar ni al universo ni al hombre, sino que bastará simplemente el despojarnos de los pensamientos materiales y obscuros que obstruyen nuestra vista. Entonces, de hecho comenzaremos a ver las cosas como Dios las hizo y como en realidad lo son.

Esta obra espiritual es la tarea a la cual todo Científico Cristiano sincero se dedica. Este es el método verdadero de la curación científica. Este es el camino real que conduce al cielo.

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