En el año de 1911 llegué a conocer la Christian Science. Antes de aquel tiempo, había sufrido de períodos de sordera en ambos oídos. Tres veces me puse bajo tratamiento médico, pero el alivio que obtuve duró solamente unas cuantas semanas. Cada vez, el mal reapareció.
La cuarta vez que padecí esta dolencia, le pedí ayuda a una practicista de la Christian Science. Como a las nueve de la noche fuí a su casa y le supliqué me diera un tratamiento. Bondadosamente prometió ayudarme. Regresé a mi casa y dormí tres horas y, al despertar, mis oídos estaban completamente normales, y así han seguido.
Siento honda gratitud por las muchas bendiciones que he recibido mediante el estudio de la Christian Science, inclusive el privilegio de recibir instrucción en una clase autorizada. Por todo esto estoy muy agradecido a Dios.—Brandon, Manitoba, el Canadá.
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