Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Enseñadles a orar

Del número de julio de 1950 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El apóstol Pablo sentía un interés muy especial por el bienestar de su joven discípulo Timoteo. A pesar de que Timoteo era hijo de un padre griego, su madre, que era judía, le había enseñado las Escrituras desde su niñez. Sin embargo, vemos como su fiel maestro le exhorta una y otra vez a que sea constante y valiente, a que se mantenga siempre a la alerta. En su segunda epístola a Timoteo, después de señalar la creciente tendencia de la gente de aquella época de apartarse de la verdad, Pablo amonesta a su discípulo como sigue: “Mas persevera tú en las cosas que has aprendido, y de que has tenido la seguridad, sabiendo de quién las aprendiste; y que desde la niñez has conocido las Santas Escrituras, que pueden hacerte sabio para la salvación, por medio de la fe que es en Cristo Jesús.”

Al igual que Pablo, los maestros de la escuela dominical se hallan muy interesados por el bienestar de sus alumnos. Tienen ardientes deseos de que los niños permanezcan fieles a la ley divina y que no olviden que las verdades aprendidas en la escuela dominical y probadas en cierta medida por ellos mismos, realmente las recibieron por medio del Consolador prometido por Cristo Jesús. En su afán de ayudar a sus alumnos, los maestros a veces se preguntan: ¿Cómo podemos proteger a los jóvenes y a las niñas de esta o aquella influencia errónea? ¿Cómo podemos ayudarles para que no den ningún paso que pueda ser perjudicial para su progreso o para su interés por la Christian Science? Una parte importante de la respuesta a esta pregunta es ciertamente: Enseñadles a orar.

Nuestra Guía ha provisto sabiamente para esta enseñanza. En las primeras lecciones a impartirse a los niños incluyó, junto con los mandamientos y las beatitudes, el padrenuestro con la interpretación espiritual que ella le ha dado en su libro de texto “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras”. Es sin duda el espíritu indicado en el padrenuestro lo que hace que estas lecciones sean tan prácticas y vitales. Sin él la letra de su enseñanza es de poco valor y carece de estabilidad. Es como la semilla sembrada en tierra árida, a la cual falta aquello que tiende a nutrir, robustecer y estabilizar.

Del padrenuestro se ha dicho que en cuanto a su alcance y extensión no hay nada, en el idioma inglés, que se le pueda comparar. Nuestra Guía le tributó un honor aun más grande. Dijo que esta oración abarca todas las necesidades humanas. A pesar de ser lo bastante profunda para sondear los abismos de la angustia humana, es al mismo tiempo lo suficientemente simple para ser comprendida por un niño pequeño. No hay una sola línea en el padrenuestro que no pueda ser comprendida al menos en parte por los alumnos de las clases primarias. Aun los más pequeños pronto aprenden que cuando se le contempla y aplica sinceramente, suple todas sus necesidades humanas. Un pequeño niño que asistía a una escuela dominical de la Christian Science declaró en cierta ocasión: “Cuando yo digo el padrenuestro y creo en él, siempre me sana.”

Cuanto más aprenda un alumno acerca del padrenuestro, mejor aprende a orar sin cesar, ya que el poner esta oración en práctica significa buscar la ayuda divina en toda circunstancia, resolviendo todo problema de acuerdo con las enseñanzas de Cristo Jesús. El niño que ha aprendido a amar el padrenuestro, que lo comprende en parte y que medita sobre él frecuentemente, se halla a salvo en cualquier situación. Por más lejos que estuviera de toda ayuda humana, nunca se hallará desamparado.

La primera línea: “Padre nuestro, que estás en los cielos”, contemplada a la luz de su interpretación espiritual: “Nuestro Padre-Madre Dios, del todo armonioso” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 16), trae consigo la alentadora seguridad de la eterna relación que existe entre Dios y el hombre y de la naturaleza siempre armoniosa del ser verdadero. La comprensión aun en parte de la omnipresencia, omnipotencia y omnisciencia de Dios, tal como se expone en el padrenuestro, protege y guía al discípulo en toda circunstancia.

Hace algún tiempo un joven que también asistía a la escuela dominical de la Christian Science se vió frente a la necesidad de escoger entre dos universidades aquella en la cual habría de continuar sus estudios. Sabiamente consultó a los que sentía podrían aconsejarle al respecto. Valiéndose de los consejos de sus padres, consideró todas las ventajas y desventajas que ofrecían ambas universidades, pero no pudo llegar a ninguna conclusión. Finalmente, cuando sólo le quedaba un corto tiempo para decidirse, sintió la necesidad de orar más al respecto. En seguida se dirigió a su habitación y cerró literal y figuradamente la puerta. Excluyó de su pensamiento toda duda, indecisión y temor, volviéndose sin reservas a la Mente omnipresente y omnisciente en busca de la solución. A los pocos minutos percibió el camino que debía escoger. Acaba de completar su primer año universitario y con inmensa gratitud reconoce que fué divinamente guiado en su elección.

A pesar de que las lecciones debieran ser presentadas en una forma que ayude a los niños a resolver sus problemas mediante la Christian Science, el maestro debe guardarse del falso sentido de la responsabilidad personal. Algunas cuestiones de carácter privado debieran ser dejadas en su mayor parte al buen criterio de los padres o de un practicista escogido por ellos. El maestro puede prestar su ayuda, alentando al alumno a que ore sinceramente, pues el niño que ha aprendido a orar no se resistirá a los consejos sabios. Aceptará el camino bueno no meramente porque le haya sido recomendado, sino a causa de su propia visión espiritual. Es así como el gran Pastor guía Sus corderos al rebaño.


Ya vosotros estáis limpios por medio de la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como no puede el sarmiento llevar fruto de sí mismo, si no permaneciere en la vid, así tampoco vosotros, si no permaneciereis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: el que mora en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.— Juan, 15:3–5.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 1950

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.