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La sala de lectura considerada como actividad de la iglesia

Del número de julio de 1950 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la página 113 de su obra Miscellaneous Writings, nuestra Guía Mary Baker Eddy escribe: “Los centros sistematizados de la Christian Science son vivificantes fuentes de la verdad.” No cabe duda de que ella consideraba nuestras salas de lectura como centros sistematizados de la Christian Science de tal importancia, que ninguna iglesia puede ser afiliada a La Iglesia Madre mientras no pueda mantener una sala de lectura por su propia cuenta o en colaboración con otra iglesia filial (Manual de la Iglesia, Art. XXI, Sec. 1). La sala de lectura en su aspecto puramente espiritual es inseparable de la Iglesia, y nuestro apoyo a la sala de lectura será más eficaz a medida que comprendamos mejor la definición que Mrs. Eddy nos da del término Iglesia (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 583): “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino o procede de él. La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza humana, despertando el entendimiento dormido de sus creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos.”

Cuando miramos más allá del concepto limitado de una sala o de una serie de salas, pobre o ricamente amobladas, bien o mal situadas, podemos comprender que la sala de lectura es en esencia una idea espiritual que demuestra la verdad espiritual de la provisión que nos proporciona el Amor. Cuando percibimos que se halla incluída en “la estructura de la Verdad y el Amor” y reconocemos que “descansa en el Principio divino o procede de él”, estaremos ayudando a nuestras salas de lectura a dar prueba de su utilidad, elevando el pensamiento humano y despertando el entendimiento dormido a la percepción y demostración de la Christian Science.

Cuán a menudo leemos el pasaje de Ciencia y Salud (pág. 570) que dice: “Millones de mentes sin prejuicios — sencillos buscadores de la Verdad, fatigados peregrinos, sedientos en el desierto — están esperando anhelantes descanso y refrigerio. Dadles un vaso de agua fría en nombre de Cristo, sin temer jamás las consecuencias.” Una sala de lectura de la Christian Science es un lugar maravilloso, donde estos sencillos buscadores pueden hallar descanso y refrigerio espirituales, y hay muchos que lo hacen diariamente; pero en comparación con los millones a que se refiere Mrs. Eddy, a veces parecería que el número de personas que visitan una sala de lectura es muy reducido. Nuestra tarea debe ser, pues, la de percibir que no existe una atracción contraria a la atracción del Espíritu que todo lo abarca, y que la Mente única está presente por doquier, impartiendo constantemente receptividad, humildad y comprensión espiritual.

Debemos mantener en alto, puro y limpio, el vaso que ofrecemos, preocupándonos de que sea ofrecido no en forma de opinión, simpatía, o consejos humanos, sino en el nombre de Cristo. Reconociendo que el hombre es idea espiritual, unido con Dios, nos libera del sentido de limitación que resulta cuando solamente tenemos en cuenta el número de las personas que acuden a nuestras salas de lectura. El poder y eficacia de la Verdad no pueden medirse por la cantidad de sus adherentes. A propósito, la declaración de Mrs. Eddy en la página 512 de Ciencia y Salud, 22–25, es muy interesante. La cantidad pertenece a la Mente única y es mental. La comprensión de este hecho conduce a la demostración; y una mayor actividad en la sala de lectura es la prueba de ello.

Entre los buscadores de la verdad que visitan la sala de lectura hay muchos que vienen para formular sinceras preguntas y algunos que quieren argumentar. Es de gran ayuda para el bibliotecario recordar las instrucciones que Jesús dió a sus discípulos cuando les encargó que salieran por todas partes para predicar y sanar. Les advirtió que sus obras serían desafiadas, mas añadió (Mateo, 10:19, 20): “Pero cuando os entregaren, no os afanéis sobre cómo o qué habéis de decir; porque en aquella misma hora os será dado lo que habéis de decir; porque no sois vosotros quienes habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.” Al elevar nuestro pensamiento para contemplar la inquebrantable unidad del hombre con la Mente, dejamos de contemplar el cuadro de un individuo interrogando a otro y en vez nos sentimos conscientes de la Verdad que se manifiesta de una manera incontrovertible. El bibliotecario hallará que le será posible citar pasajes de la Biblia o de las obras de Mrs. Eddy que jamás hubiera esperado poder recordar, o sino hallarlas rápidamente en los citados libros.

A veces la somnolencia pretende invadir la sala de lectura. En muchas ocasiones el bibliotecario es capaz de aferrarse a la verdad que anula esto. Es la Verdad y no la inconsciencia la que refresca, y no hay error que pueda penetrar en el santuario de la sala de lectura para estorbar a quienes buscan la luz. La sala de lectura se estableció para que aquellos que acudan a ella puedan estar tranquilos mientras se dedican a extender sus conocimientos de Dios; y este propósito se cumple por ser el designio divino. No solamente puede expelerse la somnolencia, sino que se pueden silenciar los ruidos molestos tanto dentro como fuera de ella, y aun puede probarse que los extremos de la temperatura no tienen poder para molestar a los presentes.

En todo este trabajo, es de suma importancia que el bibliotecario no se deje abrumar por un sentido de responsabilidad personal. Es bien cierto que de él mucho se exige, ya que en el Manual de La Iglesia Madre se establece que los bibliotecarios de La Iglesia Madre deben ser cultos y devotos Científicos Cristianos y estar exentos de malos hábitos; y que en todo lugar donde se vendan las obras de nuestra Guía no serán permitidas la chismografía, las calumnias, la maleficencia ni las conversaciones dañinas. Estos reglamentos son una ley no sólo para aquellos que trabajan en la sala de lectura sino también para aquellos que concurren a ella. Las fuerzas morales y espirituales del Principio divino mueven el pensamiento a la obediencia.

El bibliotecario cumplirá mejor con sus obligaciones al comprender que en realidad desempeña su tarea como representante de Dios. De esta manera percibirá que la Mente divina es la que dirige todos sus pensamientos, palabras y acciones, y que es esta Mente la que “da el aumento”. El hombre no se ve agobiado por la responsabilidad, pues siendo idea espiritual, su única función es la de ser lo que ya divinamente es. El Espíritu proporciona al hombre la espiritualidad. El Alma es la única consciencia del hombre; la Vida lo vivifica y le da energías; la Verdad le dirige; la Mente le da sabiduría; el Principio gobierna todas sus actividades, y el Amor le inspira. Tal comprensión u oración es eficaz y anula las creencias de la resistencia y de muchas mentes.

Al hacer frente a los errores que se nos presentan, siempre podemos emplear la ley de Dios. Usar esta ley no significa pisar ligeramente para no molestar al error, sino más bien emplearla como fuerza espiritual sanadora. Debemos negar al error toda autoridad, presencia o poder. Lo que aparece como grandes o pequeños errores, separados y distintos, son en realidad desafíos que la mente mortal nos hace a la estructura de la Verdad y a su institución llamada Iglesia en todas sus diversas actividades. El trato firme y valiente del error nunca es un obstáculo para la dulzura y la gracia. Oramos por crecer en gracia y esta oración es el deseo de comprender y emplear los medios y métodos divinos. Este deseo es lo que motiva nuestro trabajo en la sala de lectura y hasta cierto punto es el motivo de todos los que se sienten atraídos hacia ella. La respuesta nos viene individualmente a cada uno mediante la oración incesante, la afirmación de la Verdad, la constante consciencia de la totalidad e indivisible unidad de Dios con el hombre, y el desenvolvimiento, inspiración y revelación individuales. Bendice universal y específicamente. Para el concurrente a la sala de lectura el resultado de tal oración puede que se manifieste como el amable y gentil trato que allí recibe, pero el efecto de la comprensión de Dios le ayudará a elevar su pensamiento hasta que cada uno pueda contemplarse no como una persona que necesita ayuda sino como el hombre que es la más alta expresión de Dios.

En cierta sala de lectura una persona que había estado estudiando la Lección Bíblica del Trimestral de la Christian Science hizo una observación que reveló lo equivocado que estaba su pensamiento, de manera que el bibliotecario pudo indicarle lo que era correcto. A otra persona que se pasaba largas horas estudiando allí se le pudo explicar que estaba tratando de mezclar la Christian Science con la psicología, y quedó muy contento cuando se le señalaron pasajes en las obras de Mrs. Eddy que le proporcionaron un concepto correcto sobre el particular. En varias ocasiones se ha visto que los lectores no siempre estaban enterados de la diferencia que existe entre la literatura autorizada y la que no lo es. Estas personas se alegraron al enterarse de que todos los periódicos autorizados de la Christian Science son publicados por la Sociedad Editora de la Christian Science.

Al considerar cómo se pueden cumplir con mejor provecho los propósitos de la sala de lectura como actividad de la Iglesia, hallamos de gran ayuda las palabras de Cristo Jesús (Juan, 12:32): “Y yo, si fuere levantado en alto de sobre la tierra, a todos los atraeré a mí mismo.” Tratemos entonces de comprender, con nuestro Maestro, que a medida que nosotros somos levantados por encima de la tierra, es decir, resucitados de la materialidad, atraeremos a todos hacia el Cristo. Es “el Espíritu y la esposa”— la inocencia y la pureza — que exclaman “¡Ven!” A medida que nos esforcemos por permitir que la inocencia y la pureza, una nueva y más elevada idea de la existencia espiritual, inspiren nuestra invitación para que concurra el público a nuestras salas de lectura, hallaremos que la humanidad responderá irresistiblemente, el entendimiento adormecido despertará y nuestra iglesia estará dando pruebas de su utilidad en todas sus diversas actividades.

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