Cuando uno acepta la Verdad y la alberga en su consciencia, un cambio radical se produce en su pensamiento. Cristo Jesús comparó esta transformación con el efecto de la levadura que, al colocarse en la amasadera, cambia las propiedades de la harina de manera que ésta se hace liviana y agradable al paladar.
El estudiante de la Christian Science pronto se da cuenta de que a medida que se dedica sinceramente al estudio de la Biblia y el libro de texto de la Christian Science, se va produciendo un cambio en su manera de pensar. Mary Baker Eddy escribe: “El efecto de esta Ciencia es incitar la mente humana a un cambio de base, sobre la cual pueda ceder a la armonía de la Mente divina” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 162). A medida que el Científico Cristiano progresa en el estudio y la práctica de esta Ciencia, sus fines y ocupaciones se inclinan menos hacia la adquisición de lo material. Se dedica a dar, más bien que a recibir. El yo se subordina al servicio desinteresado. El deseo de ayudar a la humanidad se hace cada vez más fuerte, y la voz de la ambición personal es acallada. En su obra Miscellaneous Writings (pág. 204), Mrs. Eddy dice: “Mediante el aumento en espiritualidad, Dios, el Principio divino de la Christian Science, gobierna literalmente los propósitos, la ambición y los actos del Científico Cristiano.”
Puede que haya ocasiones en que el cambio interior producido por la acción de la Christian Science no se note inmediatamente. Sin embargo, una vez que el estudiante se dedica en serio a progresar hacia el Espíritu, nada excepto el obrar mal puede estorbar su progreso o impedir que él recoga los frutos de la redención espiritual. No es sabio juzgar las cosas según las apariencias. Más importante es la convicción y comprensión íntimas de lo que está haciendo Dios mediante la influencia transformadora de la Christian Science — la levadura “que tomó una mujer y la encubrió en tres medidas de harina, hasta que el todo se leudó” (Mateo, 13:33). Si la omniacción de la Verdad es comprendida, su efecto visible se manifestará en la curación.
Para el sincero estudiante de la Christian Science no hay estancamiento o inacción, ya que para él los momentos de quietud son momentos de desarrollo espiritual, períodos de paz que recuerdan el amparo que ofrece el tranquilo puerto antes de emprenderse un viaje de aventuras prósperas a tierras desconocidas. Bajo el gobierno de Dios no hay desperdicio. Su acción jamás es dilatoria. Si pareciera presentársenos algún aspecto de la dilación, detengámonos un momento para reconocer la omniacción del Amor divino y esperemos a que Dios nos revele Sus designios. San Pablo escribió (I. Cor., 3:9): “Porque nosotros somos colaboradores de Dios: vosotros sois la labranza de Dios, sois el edificio que Dios fabrica.”
Un practicista de la Christian Science aprendió, del ejemplo de la naturaleza, una valiosa lección respecto a lo sabio que es esperar en Dios, en vez de esperar a que los pacientes lo visitaren a él. Esto ocurrió en una época en que su clientela parecía haber disminuído. Hubo días en que la oficina daba la impresión de estar vacía, ofreciéndole muy poca inspiración. Era obvio que faltaba algo para que sus esfuerzos se vieran coronados de éxito y felicidad. El descontento y la duda de si había obrado sabiamente al dedicarse a la práctica de la Christian Science, comenzaban a invadir su pensamiento. ¿A qué se debía esta inacción? ¿Quizá podría ser más útil en alguna otra ocupación? ¿Por qué no se hallaba ocupado todo el tiempo, ya que tantas personas en su derredor necesitaban ser sanadas?
Mientras así razonada, la voz callada y suave de la Verdad le habló. En un rincón de su oficina había una jardinera que contenía unos helechos, entre los cuales se encontraba una palma que había crecido a un metro de altura y que desplegaba sus verdes hojas con gracia y dignidad. En cierta época del año una nueva fronda brotaba como una lanza afilada, tiesa y recta. Durante semanas enteras esta fronda permanecía cerrada, como si aun no estuviera dispuesta a desplegar la belleza de sus tiernas hojas. Pero un día se operó un cambio. Las hojas de la palmera comenzaron a abrirse. Poco a poco fué revelando nuevas bellezas hasta que al fin desapareció por completo el delgado retoño, y en su lugar apareció una nueva y verde rama con graciosas y curvadas hojas.
¿Por qué había tardado tanto la rama en hacer su aparición? se preguntó el practicista. ¿Por qué durante tantas semanas no se veía más que una fronda recta y tiesa? Sin duda algo se transformaba debajo de la tierra. En ningún momento pudo haberse detenido el crecimiento de la planta. Seguramente ésta había estado esperando hasta que tuviera bastantes fuerzas para desplegarse natural e ininterrumpidamente. Ni una sola hora había sido perdida, ningún momento desperdiciado.
Aplicando esta lección de la palma a su problema, el practicista halló la respuesta. Las horas de espera, cuando se utilizan de la manera más práctica, son períodos de crecimiento. Como toda otra época, ellas están en manos de Dios, y son tan importantes para el practicista de la Christian Science como el momento de la convicción espiritual en que el practicista y el paciente se acercan al Padre y, como recompensa, presencian la curación. El Científico a que nos referimos percibió que la acción de la Verdad es continua y que a él le correspondía comprender esto durante todas las horas de espera. Esta comprensión es esencial para todo progreso; es una tarea que no puede ni debe desatenderse.
Cristo Jesús pasó largas noches solo en íntima comunión con Dios, feliz sin duda de sustraerse al clamor y el apretujón de las multitudes. Después de su larga noche de vigilia bajo la luz de las estrellas en las colinas de Galilea, inspirado por los mensajes recibidos de su Padre, descendió para encontrarse con la multitud y sanar sus enfermedades.
El Científico Cristiano aludido nunca más calificó de períodos de estancamiento las horas de espera, sino que se dedicó a reconocer la acción universal de la Verdad y el Amor. Muy pronto tuvo muchos pacientes y su trabajo se hizo muy interesante, aportando salud, alegría, gratitud, satisfacción y éxito.