Muchas han sido las pruebas que he experimentado del amor, la dirección y la protección de Dios, al aplicar las reglas de la Christian Science, tal como nos las enseñó Mary Baker Eddy. Me siento muy agradecida por cada una de ellas y agradezco en especial a Mrs. Eddy por haber dado al mundo esta maravillosa religión.
Hace algunos años de esto yo estaba enseñando en una escuela situada en un pueblo donde no había ni iglesia ni sociedad de la Christian Science. Cuando acepté este puesto me había parecido muy conveniente, ya que era necesario para mí estar en esa localidad. Sin embargo, en el mes de enero me dí cuenta de que éste no era ya mi lugar y que debía dar los pasos necesarios para hallar el que me correspondía. Mi contrato no me permitía hacer ningún cambio hasta el mes de junio, por terminar entonces el año escolar, así es que yo tenía tiempo suficiente para trabajar hacia la meta que me había fijado.
En la “Oración vespertina de la madre” por Mrs. Eddy (Himno, n.º 207), leemos:
“Gentil presencia, gozo, paz, poder,
divina Vida, en todo está Tu ser.
Amor, que al ave Su cuidado da,
conserva de mi niño el progresar.”
Ateniéndome a las palabras de la segunda línea, traté de cumplir con mis deberes actuales en la mejor forma posible, lo que me proporcionó gran placer y satisfacción. Sin embargo, continué tratando de percibir que a cada idea espiritual le corresponde la actividad legítima que Dios le ha proporcionado.
Cuando uno trata de cambiar de escuela, el informe del inspector regional influye mucho, de manera que cuando nuestro inspector nos hizo su visita anual, resolví pedirle que me aconsejara acerca de un posible cambio en mi trabajo. No sabiendo cómo mejor abordar el tema, oré a Dios por que me iluminara. Sabía que: “El punto de partida de la Ciencia divina es, que Dios, el Espíritu, es Todo-en-todo, y que no hay otro poder ni otra Mente,— que Dios es Amor, y que por tanto es el Principio divino” (Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, pág. 275), y que: “La jurisdicción real del mundo radica en la Mente, gobernando todo efecto y reconociendo que toda causalidad está establecida en la Mente divina (ib., pág. 376), y me atuve firmemente a estas verdades. Cuando me entrevisté con el inspector, sus primeras palabras fueron: “Usted seguramente no se conformará con seguir enseñando aquí.” Esto me dió justamente la oportunidad que necesitaba para confiarle mis deseos. El inspector estuvo de acuerdo conmigo, elogió mi trabajo y me prometió que haría todo lo posible por ayudarme. Fué así que mi resolución de cumplir lo mejor posible con mis deberes tuvo su recompensa.
En el lugar en que me hallaba, los puestos vacantes eran generalmente anunciados durante el período entre los días de Pascua y el fin de mayo. Ese año no se presentó ninguna vacante en la materia que yo enseñaba durante el período citado. A principios de junio aun no se había presentado vacante alguna para la cual estuviera yo preparada. Sin embargo, tenía plena confianza de que el Amor divino había suplido mi necesidad, ya que la obra de Dios es siempre completa.
Llegó la última semana de clases. En años anteriores muy pocas vacantes se presentaban en esa época, y evidentemente comencé a abrigar algunas dudas, pues mientras me hallaba en casa a fines de la semana, mi madre observó que yo empleaba a menudo la palabra “si” en mi conversación. Ella me recordó que la Christian Science es una Ciencia exacta, tan exacta como lo es la Ciencia de las matemáticas. Nosotros no decimos: Si dos más dos suman cuatro; sabemos que dos más dos suman cuatro. Con estas palabras reconfortantes, volví a la escuela por la última semana. El lunes siguiente se anunció una vacante que yo podía llenar, y en el curso de la semana se produjeron dos más. En los tres casos ofrecí mis servicios.
Ahora debía escoger correctamente entre los tres puestos. Apoyándome sin reservas en la Mente divina para que me guiara, escogí aquel que bajo el punto de vista humano era el que menos deseaba. Sin embargo, más adelante los hechos probaron que la decisión había sido bien tomada. La ciudad a la cual me dirigí me ofrecía oportunidades que las otras dos no presentaban, oportunidades de las cuales no sabía nada al tomar mi resolución y que me permitieron realizar una ambición largamente acariciada. Además, en la escuela que me había ofrecido las mejores ventajas, dos años más tarde se descubrió un estado de cosas que fué muy desagradable.
La ciudad a la cual me llevó mi nuevo puesto resultó ser en ese tiempo una de las más populosas, debido a la inmigración causada por la guerra. Mis amigos dudaban de que me sería posible hallar un departamento, pero yo estaba segura de que la misma Mente divina que me había guiado a esa ciudad ya había hecho provisión para mi alojamiento. Al principio mi búsqueda fué muy desalentadora. Una tarde al volver a la habitación que ocupaba provisoriamente, abrí The Christian Science Monitor y al hojear la página titulada Daily Features hallé esta citación de la Biblia que aparece en el libro de Josué (1:9): “¿No te lo he mandado yo? Ten fortaleza pues y buen ánimo; no temas ni te amedrentes; porque Jehová tu Dios es contigo dondequiera que vayas.” Esa misma noche fuí informado por teléfono acerca de un departamento que estaba para alquilarse y que en efecto me fué posible arrendar. Tanto su situación como el precio del alquiler eran justamente lo que yo buscaba: en fin, el departamento llenaba todas mis necesidades.
Durante todo el tiempo que me tocó enseñar en esa escuela no podría haber deseado un ambiente más agradable y simpático, y este cambio trajo consigo mucho bien.
Estoy muy agradecida por la Christian Science, pues me ha enseñado a apoyarme en la Mente divina, que me dirige y que suple todas mis necesidades.— Hollywood, California, E.U.A.
