Los seres humanos poseen el sentido espiritual, o sea la capacidad para comprender a Dios, y es la presencia del sentido espiritual en la consciencia humana lo que capacita al género humano para expresar el poder divino. Cristo Jesús enseñó a sus seguidores a ejercer la autoridad sobre el mal, aquella autoridad que pertenece a la consciencia imbuída del bien y mediante la cual él esperaba que sus discipulos harían obras aun mayores que las suyas. El dijo (Juan, 14:12): “El que creyere en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y mayores que éstas hará, por cuanto yo voy al Padre.” La Christian Science enseña que creer en él es demostrar el Cristo, la naturaleza divina del hombre que él encarnaba y que expresaba mediante tiernas y poderosas pruebas del amor de Dios.
Es el sentido espiritual el que relaciona la consciencia humana con la divina, dándole acceso a las ilimitadas reservas del bien que refleja el hombre, como imagen de Dios. Es el sentido espiritual, al cual aparece el Cristo, revelándonos la totalidad del Amor y la naturaleza falsa y temporal de la materia y de la mente carnal, enseñándonos a separar lo espiritual de lo material y capacitándonos para probar que sólo el bien es verdadero.
Es a través de este sentido derivado del Alma y que en cierta medida se halla siempre presente en la consciencia humana, que la divinidad llega a la humanidad y revela el camino de la salvación del error. En su obra The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (pág. 160), Mary Baker Eddy escribe: “Vivir de tal manera que la consciencia humana se mantenga en constante relación con lo divino, lo espiritual y lo eterno, significa individualizar el poder infinito, y esto es la Christian Science.”
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